MARÍA ISABEL ALCÁNTARA MORENO. "Tras veinte años, aún disfruto como maestra de invidentes"
Conchi Sánchez Mochales
Su familia fue siempre la razón que más influyó en su crecimiento como persona. María Isabel Alcántara es la mayor de tres hermanos y reconoce la preocupación de sus padres por darles una buena educación e inculcarles valores como la responsabilidad y el trabajo diario. Hoy, con su marido Vicente, intenta que sus hijos, Alejandro y Claudia, sean felices, respetuosos y responsables.

Su familia fue siempre la razón que más influyó en su crecimiento como persona. María Isabel Alcántara es la mayor de tres hermanos y reconoce la preocupación de sus padres por darles una buena educación e inculcarles valores como la responsabilidad y el trabajo diario. Hoy, con su marido Vicente, intenta que sus hijos, Alejandro y Claudia, sean felices, respetuosos y responsables.
—¿Cómo son sus recuerdos de infancia?
—Tengo recuerdos entrañables de mis veranos en el Puente de la Sierra, corriendo con las bicicletas por los “carriles”, los baños en la piscina y en el río con mis hermanos y mis primos, o levantarme muy temprano a coger caracoles con mis abuelos. Un verano muy normal, pero muy feliz. También recuerdo, con añoranza, el primer viaje que hicimos toda la familia a la Sierra de Cazorla, a Úbeda y Baeza. Fue espectacular. Todos montados en el Renault Cinco de mi padre.
—¿Qué le motivó a dedicarse a la enseñanza de niños con discapacidad visual?
—Siempre me ha gustado la enseñanza. Cuando era pequeña me ponía a escribir detrás de las puertas con un poco de tiza con la consiguiente “regañina” de mi madre. En Magisterio me especialicé en Educación Infantil. Me gustaban mucho las clases de Pedagogía, sobre todo cuando se hablaba de María Montessori, impulsora del aprendizaje por descubrimiento.
—¿Cómo accedió a su trabajo en la fundación ONCE?
—Durante mis estudios en Magisterio realicé un curso sobre el aprendizaje del sistema Braille en la ONCE. Creo que fue gracias a un gran maestro, como es Carlos Valbuena, por lo que me acerqué a este mundo. Una vez terminada la carrera, me presenté a oposiciones para ser Profesora de Apoyo a Ciegos y Deficientes Visuales en la ONCE y, desde 1992, trabajo en ello. Me gusta mucho lo que hago, cada niño es diferente, cada situación, cada momento. Y después de veinte años, disfruto con lo que hago.
—¿Qué supone la integración del deficiente visual en un aula ordinaria?
—Considero que es fundamental para que una persona se sienta partícipe de la sociedad en la que vive, sin exclusión ninguna. Hay que comenzar desde el aula, para así, una vez acabada la formación académica, pueda estar en la sociedad de forma autónoma sintiéndose bien con uno mismo y con los demás. Para ello, se deben poner los medios, tanto personales como materiales para que se pueda realizar dicha integración: libros de texto, adaptaciones informáticas o ayudas ópticas. Y en ello la ONCE lucha bastante para conseguirlo a través de sus servicios sociales.
—¿Cómo podríamos detectar algún déficit visual en un menor?
—Es primordial la valoración del oftalmólogo ante cualquier duda o mera sospecha. Atención a determinados comportamientos tales como el parpadeo excesivo, la frotación de alguno de los ojos, tener dificultad para adaptarse a los cambios de luz, perderse mucho en la lectura ya consolidada, caminar mirando el suelo, tropezar frecuentemente, no ver bien la pizarra, cometer errores en la lectura como son las inversiones, las omisiones o las sustituciones.
—¿Es importante la detección temprana?
—Es esencial, ya que cuanto antes se detecte, antes se podrá actuar con el niño y con su familia. Se empieza la intervención desde el hospital, para poder ayudar, sobre todo, a los padres, ante la nueva situación, para que los padres y el bebé puedan establecer los vínculos adecuados propios de cualquier relación familiar, ya que en los primeros meses de vida esta relación es muy importante. Cuando unos padres se sienten acompañados en esta nueva situación, dolorosa en un primer momento y sienten que pueden ayudar a su hijo, le van a permitir avanzar en su crecimiento como persona.
—¿Cómo es su labor de asesoramiento con respecto a los demás profesores?
—Informar y asesorar en los aspectos relacionados con la deficiencia visual del alumno y sus implicaciones educativas.
—¿Qué profesionales intervienen en el proceso educativo de estos niños?
—Dentro del centro, el tutor, cuya implicación es primordial; los profesores de apoyo, si los necesita, y el equipo de orientación. Como apoyo externo: el Equipo Específico de Apoyo a Ciegos y Deficientes Visuales de la ONCE, formado por nueve maestros, dos trabajadores sociales, dos técnicos de rehabilitación, una psicóloga, un instructor tiflotécnico, un animador sociocultural y un coordinador. En el equipo cada uno tiene una función específica para facilitar la autonomía y la independencia de cualquier persona con graves problemas visuales y así favorecer su desarrollo integral.
—¿Cuáles son los recursos esenciales que debe tener el aula donde reciben sus clases?
—Depende de las características de su deficiencia visual y del nivel educativo en el que se encuentre: si es un alumno ciego, en los primeros cursos se utiliza la máquina Perkins, para escribir en el sistema Braille. Posteriormente utilizará el ordenador con lectores de pantalla, como el Jaws o anotadores parlantes. Si el alumno es deficiente visual, podrá utilizar atril, flexo, ordenadores con ampliadores de caracteres, lupas televisión y ayudas ópticas individuales para cada caso.
—¿Cómo imparte sus clases?
—Durante la semana me desplazo a varios centros de la provincia de Jaén, siguiendo un horario establecido en función de las necesidades de los alumnos. Normalmente, atiendo al estudiante en su propia aula para no perder su ritmo y aprovechar cualquier situación planteada en ella. A veces, se puede trabajar fuera del aula, lo que se valora conjuntamente con el centro educativo y/o tutor.
—¿Le enseña a leer y a escribir la maestra del aula o usted?
—Si el niño puede leer en tinta es la tutora quien le enseña. Le damos pautas y estrategias, según su deficiencia visual, para que su aprendizaje sea más efectivo. Por ejemplo, no es lo mismo un niño con retinosis, que otro con glaucoma o con cataratas. En cada caso la intervención es diferente, para lo que se realiza un programa de estimulación visual con el fin de aprovechar al máximo su resto visual. Si el alumno es ciego, le enseñamos nosotros, ya que el sistema de lecto-escritura que debe aprender es el Braille, que presenta unas características específicas y singulares.
—¿La integración en la clase es beneficiosa para el resto de sus compañeros?
—Por supuesto. Tanto para unos como para otros. Al formar parte de un grupo, se enriquece, madura y avanza. Los niños imitan lo que ven y escuchan, por eso es importante la implicación del profesor como instrumento para favorecer una relación adecuada.
—¿Qué papel juega la familia en la adaptación del niño en la escuela?
—Es fundamental una familia implicada en la educación de su hijo, ya que le guiará y le ayudará a interpretar la realidad próxima, que es su hogar, en los primeros años de vida. Esto es primordial para establecer los siguientes aprendizajes una vez que el alumno se incorpore al centro escolar.
—¿Qué le atrae más de su trabajo?
—Las relaciones personales con cada alumno, con cada familia y con cada equipo educativo. Continúo sorprendiéndome y aprendiendo. Continuamente he de estar formándome para dar una mejor respuesta a las necesidades que se plantean.