MARÍA DEL PILAR ÚBEDA DÍAZ. "Hay mucho desconocimiento de la actividad cofrade"
MARÍA JOSÉ ORTEGA
El olor a incienso reaviva una pasión latente que acompaña, durante todo el año, al corazón cofrade. Es un sentimiento casi innato del alma, una conmoción que explota cuando suenan los tambores y alumbran las velas. María del Pilar Úbeda nació y creció con esta dilección. Hoy, como hace 20 años, compagina su trabajo como administrativa con las actividades de la Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad y María Santísima de la Estrella.
El olor a incienso reaviva una pasión latente que acompaña, durante todo el año, al corazón cofrade. Es un sentimiento casi innato del alma, una conmoción que explota cuando suenan los tambores y alumbran las velas. María del Pilar Úbeda nació y creció con esta dilección. Hoy, como hace 20 años, compagina su trabajo como administrativa con las actividades de la Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Piedad y María Santísima de la Estrella.
—¿A qué se dedica exactamente María del Pilar Úbeda?
—Soy administrativa en A2 Informática. Llegué a esta empresa prácticamente recién terminados los estudios, necesitaban gente y un profesor del instituto me dijo que estaban buscando personal. Así que hice Formación Profesional de Segundo Grado de la rama de administrativa. Envíe el currículum, me hicieron la entrevista y allí llevo unos veinte años. Aunque antes de trabajar aquí, estuve seis meses en Diputación con el programa Andalucía Joven.
—¿Cuándo y cómo nace ese sentimiento cofrade?
—En la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Piedad y María Santísima de la Estrella llevo como cofrade desde que se refundó en el año 1983. Ingresé precisamente en esta porque es la de mi barrio y porque una prima mía estaba en el grupo de la gente que la refundó. Ella fue la que me dijo que se iba a hacer una cofradía en el barrio de La Alcantarilla y nos apuntamos todos los amigos. Pero yo siempre he sido muy “semanasantera”. Recuerdo que mi madre nos llevaba de chicos a mí y a mis hermanos a ver todas las procesiones. Me encantaba verlas, incluso cuando me daban las vacaciones iba por todas las iglesias viendo los tronos que ya estaban montados y preparados para salir a la calle.
—En términos generales, ¿cómo se organiza una cofradía?
—Dentro de la cofradía todos son cofrades y dentro de estos está la Junta de Gobierno, compuesta por unas veinte o veinticinco personas que son los que dirigen las distintas vocalías, como la vocalía de Caridad, la de Formación, la de Manifestaciones Públicas, encargados de poner los pasos en la calle o la de Fabricanía, que montan y desmontan los tronos.
—Desde que está dentro de la hermandad han pasado muchas Semanas Santas, después de salir en procesión de nazarena y también como mantilla. ¿Qué experiencia extrae de cada penitencia?
—Yo salí de nazarena la primera vez que estuvo la procesión en la calle, en 1983 y, recuerdo que llevábamos unas túnicas moradas que nos prestaron la Cofradía de la Vera- Cruz. También he salido muchos años de mantilla, pero ya hace cuatro años que no salgo por problemas de cervicales, así que volví a retomar la túnica. La mantilla es muy sufrida, por la mantilla propiamente dicha en la cabeza y luego porque te expones a las críticas de la gente. El Nazareno, sin embargo, tiene más recogimiento, vas en el interior de la túnica y nadie puede reconocerte, con lo cual la penitencia la haces más tuya, es un acto más íntimo. A mí, particularmente, me da igual que la gente critique o no, yo salgo porque me gusta ir vestida de mantilla acompañando a la Virgen. Luego, por otra parte, también soy camarera dentro de la cofradía cuando se organiza algún tipo de jornadas de convivencia.
—¿Qué es lo que menos se conoce de la actividad cofrade?
—Lo que menos se conoce es precisamente lo que más me llena del mundo cofrade. Es el movimiento que se vive dentro de la cofradía, un día a día, que se siente más intensamente en Cuaresma, pero que existe a lo largo de todo el año. Es en la convivencia con todo el grupo de gente que está trabajando allí donde surge la hermandad. Sin embargo, no todos los cofrades lo viven igual, porque siempre hay personas que dicen que están dentro porque lo sienten y luego sólo aparecen durante estos días. Al final se pierden el poder disfrutar de momentos muy emotivos que se viven también fuera de la Semana Santa, como las convivencias, las excursiones, las cenas benéficas, las casetas, todo tipo de actividades también para los niños y la gente joven. Son cosas que llenan mucho porque luego el dinero que se recolecta se destina a comedores sociales, para colegios del Tercer Mundo, o para asociaciones de minusválidos.
—¿Piensa que la actividad cofrade, así como la Semana Santa, están perdiendo los valores por los que surgieron?
—Opino que el sentimiento y la pasión de la Semana Santa se está desgastando poco a poco. Sólo hay que verlo cuando la gente quiere que lleguen estos días para poder irse al campo, a la playa, o a otra ciudad. Cuando yo era chica recuerdo que el Jueves y el Viernes Santo eran un bullir de gente y ahora es como un día cualquiera. Sin embargo, no creo que desaparezca por completo el sentimiento de la Semana Santa. Es cierto que se están perdiendo muchos valores y al perderse estos valores la Semana Santa, evidentemente, está sufriendo. Veo cómo dentro de la cofradía existen pocos relevos, es decir, hay muy poca gente joven comprometida dentro de las hermandades y, hoy en día, cuesta mucho trabajo poner una cofradía en la calle. Para ello se necesita gente que esté dispuesta a sacrificar su tiempo.
—Entonces, ¿las cofradías están evolucionando o se encuentran en un periodo de retroceso?
—Las cofradías han evolucionado mucho, en todos los sentidos, excepto en la gente que está dentro, es decir, siempre estamos los del mismo círculo, hay poca gente nueva. El avance se observa, por ejemplo, en la riqueza de los tronos, en el acompañamiento musical, en el número de nazarenos o en el de mantillas. Creo que hay mayor participación en lo que es la propia estación de penitencia.
—Como cofrade veterana, ¿cómo vive cada año la Semana Santa?
—Yo siento la Semana Santa como una festividad de alegría. Nosotros vivimos la Pasión del Señor, pero realmente lo que celebramos es la Resurrección.
—Le gustaría que sus hijas continuaran con las actividades de la hermandad?
—Por supuesto, de hecho mis dos hijas, María del Pilar y Rocío, desde que nacieron, son cofrades. La mayor la vestimos de nazareno cuando tan sólo tenía cuatro meses, y la pequeña salió en la procesión con cinco meses. Y este año irán las dos vestidas también de nazareno.
—Por último, exceptuando la Hermanadad de Nuestro Padre Jesús de la Piedad y María Santísima de la Estrella, ¿qué cofradía es la que más le gusta?
—Quitando mi Virgen de la Estrella, todas las cofradías tienen algo, pero si tuviera que elegir me quedaría con la Virgen de las Siete palabras.