MARÍA DEL CARMEN MORAL CORTECERO. "Mis hijos adoran que sus padres sean payasos"
TOÑI ARROYO
María del Carmen Moral Cortecero es una torrecampeña que ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias. Se declara una amante de su familia y al hablar de ella se le escapa una sonrisa. No podía ser menos, al tener en cuenta que su profesión es la de payaso profesional. Su infancia la pasó entre el bar que sus padres dirigían y las ferias que visitaba para acompañar a su familia. En su día decidió estudiar Peluquería, pero no desarrolló mucho esta profesión, ya que sus inquietudes eran otras. Asegura que en el momento en el que conoció a su marido su vida se transformó, ya que sus prioridades empezaron a cambiar. Fruto de esta relación, María del Carmen tiene dos hijos, un niño y una niña, de ocho y cinco años respectivamente, que le alegran la vida.

María del Carmen Moral Cortecero es una torrecampeña que ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias. Se declara una amante de su familia y al hablar de ella se le escapa una sonrisa. No podía ser menos, al tener en cuenta que su profesión es la de payaso profesional. Su infancia la pasó entre el bar que sus padres dirigían y las ferias que visitaba para acompañar a su familia. En su día decidió estudiar Peluquería, pero no desarrolló mucho esta profesión, ya que sus inquietudes eran otras. Asegura que en el momento en el que conoció a su marido su vida se transformó, ya que sus prioridades empezaron a cambiar. Fruto de esta relación, María del Carmen tiene dos hijos, un niño y una niña, de ocho y cinco años respectivamente, que le alegran la vida.
—¿Cómo le surgió la idea de llegar a ser payaso profesional?
—Fue una cosa totalmente casual. En un cumpleaños de mi sobrina me dio por disfrazarme de payaso para animar un poco la fiesta. Mi sorpresa fue que, cuando terminé, todo el mundo comenzó a decirme que se me daba muy bien y que tenía aptitudes para ello. Yo me lo tomé a guasa, pero en el cumpleaños de mi hijo me volví a vestir, en esta ocasión ya acompañada de mi marido y de mi cuñada. Pasado un tiempo se celebró la comunión de un hijo del tío de mi esposo y nos invitó a participar de nuevo. Al ver que le gustamos a la gente nos preocupamos por ver vídeos en internet sobre otros payasos, nos interesamos por juegos que pudieran entretener a los niños y profundizamos un poco en este mundo. La actuación quedó genial y los invitados que allí se encontraban empezaron a llamarnos para sus fiestas. Luego, contamos también con el apoyo de los familiares y de Miguel “El Catalán”, que nos brindó la oportunidad de trabajar en su salón de celebraciones de manera más oficial, digamos.
—¿Y cómo fue la primera actuación en un salón de celebraciones?
—La primera actuación fue un fracaso absoluto. Entre los nervios que llevábamos y que los niños se encontraban en un salón distinto al de sus padres, la cosa no fue como esperábamos. Nada más llegar, les preguntamos si querían jugar con nosotros y empezaron a decirnos que no. Claro, ellos estaban acostumbrados a un payaso que solía venir al pueblo y se imaginaban que iba a ser igual. Al final conseguimos que participaran y se involucraran en los juegos, pero la primera sensación fue bastante mala. Hasta el punto de que, al día siguiente, teníamos otra actuación e incluso pensamos en no ir, pero, sin embargo, nos animamos ,y esta vez salió perfecta. De ahí se corrió la voz entre las personas del pueblo y de fuera, hasta ahora, que cada vez que los críos nos ven empiezan a decir con alegría ‘Ya están aquí Tontolino y Chispita’.
—Pero ahora han decidido emprender otra carrera empresarial...
—Sí, en Torredelcampo no había ningún “chiqui-park” y en un pueblo tan grande, la verdad es que hacía falta. En realidad, mi marido y yo le dimos muchas vueltas al proyecto, porque los locales eran demasiado caros, hasta que encontramos al dueño de este sitio y llegamos a un acuerdo. Ha sido mucho trabajo durante estos meses, pero lo hacemos con ilusión y eso es lo principal. Hemos pasado una temporada de incertidumbre desde que abrimos en diciembre, y tanto mi pareja como yo somos ahora pluriempleados, pero mientras las cosas no cambien, tampoco nos quejamos.
—Muchos niños preguntarán por Tontolino y Chispita al entrar...
—Claro, la mayoría. Siempre que celebramos algún cumpleaños o alguna fiesta infantil preguntan si van a venir los payasos. La verdad es que eso es una motivación también para nosotros, ya que nos sentimos queridos por ellos. — ¿Es más complicado hacer reír a los más pequeños o a los mayores?
—Pues la verdad es que los dos públicos tienen su encanto. Nosotros hemos ido a cumpleaños en los que los adultos han participado hasta más que los jóvenes. Además, es un placer ver a personas ya ancianas que se ríen con nuestras cosas y que les alegras la vida, aunque solo sea por un momento.
—¿Dónde se han formado?
—La verdad es que en ningún sitio. Tanto mi marido como yo empezamos a ver vídeos en internet y a preocuparnos por los juegos que son apropiados para cada tipo de edad. Recuerdo perfectamente que al principio no teníamos ni idea de hacer globoflexia y, sin embargo, ahora nos reímos de eso. Por mi parte, siempre me ha gustado la estética y demás, y en cuanto veo una cara maquillada se me queda en la mente y la reproduzco luego en los niños, o incluso en mí.
—¿Cómo llevan sus hijos que sus padres tengan la profesión de payasos?
—Ellos están encantados. Mi hija menor, de cinco añosb dice que de mayor va a ser Chispitilla, y el mayor también quiere seguir la profesión de sus padres. Me río mucho con ellos, porque dicen que en el colegio los niños siempre les dicen la gran suerte que tienen de que sus padres sean payaso. Además, en alguna ocasión los tenemos que llevar con nosotros y ellos lo disfrutan muchísimo.
—¿Es complicado conciliar la vida laboral y la profesional para usted?
—Tiene sus momentos. Hay días que se lleva mejor y otros que son un desastre. Ahora intento llevar para adelante las labores de la casa, el “chiqui-parkW y las actuaciones como payaso. Tengo la gran suerte de que mi madre y mi suegra me ayudan en todo lo que pueden, y la verdad es que si no fuera por ellas no podría llevar tantas cosas a la vez, pero, aún así, hay días que cuesta trabajo cocentrarse en todo.
—¿Es más difícil hacer reír en estos momentos que antes de la crisis?
—Pues sí que es más complicado, pero la verdad es que, hasta ahora, nosotros lo estamos consiguiendo. Hemos tenido actuaciones en colegios y en ferias de barrio donde las personas que se encuentran no son solamente niños y, sin embargo, siempre han acabado con una sonrisa en la boca.
—Supongo que tendrá muchas anécdotas curiosas que le hayan ocurrido en estos años...
—En una ocasión hicimos un cumpleaños en Los Villares, de una niña de dos años. La primera vez que nos vio se asustó, pero, luego, los padres y ella quedaron encantados. Al año siguiente, justo cuando estábamos montando el “chiqui park”, nos volvió a invitar y le dijimos que no podíamos porque estábamos muy liados. Pues la señora nos insistió, ya que, según ella, su hija le pedía todos los días que le pusiera la grabación de los payasos que le hicieron el año anterior. Al final, cuando nos dijo eso, no tuvimos más remedio que acudir, porque la verdad es que es muy gratificante. Además, una vez que nos encontramos allí, nos dijo que su hija, sin decirle nada nadie, había llamado a dos peces que tenía con nuestros nombres.