MARÍA DE LOS ÁNGELES GUTIÉRREZ CASAS: "Tener diabetes implica llevar una vida saludable"
MARÍA DEL MAR VÁZQUEZ
Es una mujer franca, mira a los ojos cuando habla. Muy familiar, dinámica y cercana, con inquietudes como las de muchas mujeres de hoy.

Es una mujer franca, mira a los ojos cuando habla. Muy familiar, dinámica y cercana, con inquietudes como las de muchas mujeres de hoy.
—¿Qué es importante para usted?
—Lo más importante que me ha sucedido en la vida es traer al mundo a mis dos hijos. Con el segundo aparecieron una serie de problemas que la cambiaron mucho. Entonces yo no sabía qué me pasaba, me encontraba muy mal. Un día me dieron muchos dolores y mi marido me llevó al hospital a la fuerza. Yo no quería ir porque tenía a mi otro hijo pequeño y creía que me iban a ingresar, como efectivamente fue. Los niveles de glucosa estaban altísimos. Gracias a Dios mi hijo nació, ya que estaba de siete meses. Eso nos marcó mucho la vida a todos. A él se lo llevaron a Córdoba y yo me quede aquí ingresada en la planta de alto riesgo. No lo pude ver hasta que me dieron el alta. Era una diabetes gestacional, que me surgió espontáneamente a los siete meses y ya no se me fue. Me costó mucho aceptarlo.
—¿Qué sentía?
—Al principio, cuando salí del hospital sentía, y los médicos me hicieron verlo así, que tenía que dar gracias al cielo por estar ahí, porque pocas personas con 800 miligramos de azúcar podían haber salido como yo. El médico que me atendió me dijo que no se le había dado caso alguno y llevaba ya 18 años de profesional. Fui aceptándolo pero me sentía muy mal y lo de tener que pincharme siempre me traumatizó bastante. Me costó mucho trabajo hasta que la conocí y la acepté. Me considero una persona normal, tampoco he tenido secuelas. Como todas las personas que tenemos diabetes, lo primero que pensé era que me iba a quedar ciega o me iba a dar algo al corazón, pero gracias a Dios, llevo 18 años y estoy perfectamente, intentando hacer lo mejor que se puede.
—¿Cómo lo superó?
—Gracias a los profesionales sanitarios, que te ayudan mucho. Me dieron una serie de cursos y así fui aceptándolo. Ya creía que con lo bien que iba, que se me iba a ir, pero no fue así. No quería que nadie supiera que era diabética, ese ha sido un gran tabú en mi vida. Al principio quería mantenerlo tapado, pero un psicólogo que conocí, que también me ayudó mucho, me decía que tenía que contarlo, ya que “la diabetes no viviría conmigo” sino que yo vivía con la diabetes. Parece una tontería, pero es muy importante; la diabetes parecía que me iba a hundir. Me hizo ver que yo podía dominarla haciendo las cosas como en realidad se deben de hacer y que tampoco la forma de vida de un diabético es nada distinto a la de los demás, un tipo de vida saludable que todas las personas deberían llevar. Lo fui aceptando poco a poco con mucho trabajo y con recaídas. Tenemos que dar gracias a que hay profesionales especializados, médicos y enfermeras, que te ayudan en los bajones, proporcionándote formación y materiales que te hacen salir un poco y, ya luego, en casa, aceptándolo también.
—¿Cómo se maneja con las comidas?
—Este tema me costó mucho trabajo, fue a base de cursos. Empecé a adaptarlo a mi casa intentando que todos pudiéramos comer más o menos igual porque si no, me daba cuenta de que como yo intentara hacer sola la dieta al final no la hacía. Si fuera la dieta de mi hijo, yo la haría, pero siempre, a nosotros mismos nos cuidamos menos que a los demás de la familia. Intento adaptarlo todo, a ellos les pongo más cantidad, ya que son jóvenes y necesitan comer más, pero siempre comemos todos lo mismo. En un día normal hago siempre una ensalada para todos con poquito aceite, luego una sopa y, por ejemplo, unos filetitos a la plancha con unas judías verdes. Yo hago una vida muy normal. Tengo una neverita pequeña para mi insulina y los bolígrafos, cuando están empezados, los llevo en el bolso, para que no se me olviden si voy a comer a algún sitio es la mejor forma. Y si vamos a andar, me hago un control antes. Sólo tienes que tener una serie de cuidados y convertirlos en una rutina. Mi familia, gracias a Dios, lo ha entendido muy bien.
—¿Y en la calle?
—Cuando sales a comer fuera también te cuesta un poco de trabajo. Actualmente ya lo tengo asimilado, todo mi entorno sabe que soy diabética. Con los amigos, me limitaba mucho que si iba a cenar o a comer empezaran “Vamos a pedir lo que pueda comer María de los Ángeles” y eso me cortaba mucho. No quería que me hicieran distinta a los demás. Siempre he luchado mucho por eso y al final lo he conseguido porque ya sé mezclar los alimentos, la cantidad, cómo repartirlo y no me tienen que hacer una cosa a parte. En ese aspecto, los amigos ya se han adaptado, soy una más. Como persona te sientes mucho mejor, sólo tienes que controlar tus cosas. En casa, haces la dieta más equilibrada, pero puedes salir a comer fuera perfectamente, haciendo las cosas bien.
—¿Cómo lo lleva su familia?
—Mis hijos y mi marido ya conocen todo el material de la diabetes por si algún día, que ya se ha dado el caso, me ha dado una bajada de azúcar y me han tenido que poner glucagón. Mi hijo siendo mucho más pequeño, tendría unos 13 años, vino del colegio y me dio una hipoglucemia. El cogió su glucagón y, sin ponerse nervioso, me lo inyectó y me puse mejor. Luego a mí me dolía haberle hecho pasar ese mal rato, pero son cosas que tienes que asimilar. Yo me siento completamente segura con ellos, pues sé que van a saber salir del paso. Para que una persona con diabetes se sienta bien, tiene primero que asimilarlo y saber que tiene que vivir con ella y, sobre todo, que su entorno lo sepa. Valoro mucho la familia que junto a mi esposo he formado; somos una piña, estamos muy unidos. Tengo dos hijos, aunque siempre he deseado una hija. Ahora hay una persona que es especial para mi hijo y para mí también. Quiero dar gracias a todos por todo.
—¿Trabaja fuera de casa?
—Sí, colaboro con mi marido en el trabajo en asuntos de oficina. Tengo un horario flexible porque el negocio es nuestro. Aunque sea una ironía, nuestro trabajo es de pastelería industrial. Convivo con los dulces todos los días, pero eso es lo que menos me ha costado. No he comido nunca un pastel allí, hasta los representantes llegaban con muestras de dulces y decían “prueba, prueba”, yo respondía que no y comentaban: “Hay que coqueta, las mujeres por mantener el tipo...” y yo pensaba: “¡Si supieras por lo que es!”. Pero lo he asimilado desde el principio.
—¿Se ha avanzado mucho en diabetes?
—Cuando empecé era más traumático, se utilizaban viales de insulina con jeringas. Yo pensaba que era como una drogadicta. Ahora no lo pienso. Usas un bolígrafo y una pequeña aguja y ya no traumatiza tanto. También hay más sanitarios preparados para ayudarte. La diabetes hace 18 años no estaba tan avanzada. Soy completamente independiente para todo y, si en un momento me da una bajada y pierdo el conocimiento, mi familia sabe actuar y distinguir una hiperglucemia de una hipoglucemia. Hay mucho desconocimiento y muchísimas personas que hoy tienen azúcar y no saben manejarse. A mi padre se le han detectado ahora y, en realidad, no está bien informado en cuanto a dietas. A las personas que empiezan les diría que no se dejen hundir por la diabetes, que se pongan en manos de profesionales y se informen. Sólo se trata de llevar una vida sana y saludable y, que si en eso implican a su familia, les hacen un bien. Comes de todo, de forma equilibrada y sana.