MARÍA ANGUSTIAS VARGAS-MACHUCA SAMANIEGO: “Intento trasladar al lienzo los objetos de mi alrededor”

Juana Pastor
Nace en Jaén en la calle García Requena, más conocida como Recogidas, en el entorno de la Catedral, donde estaban ubicados algunos organismos como el Ayuntamiento, Banco de España y Diario JAEN, entre otros. Recuerda sus calles empinadas y en su retina permanece el colorido de balcones repletos de flores y evoca el trato amable de sus vecinos. Siente pasión por Jaén, cariño que le fue transmitido por sus padres, Rogelio y Carmen.

    04 oct 2009 / 10:00 H.

    Es la menor de seis hermanos. Su casa era amplia, tenía jardín y espacios para jugar, por lo que siempre estuvo abierta a familiares y amigos. En su ayer, están los recuerdos imborrables de rincones de Jaén, que comenta con todo detalle y que, seguro, le han servido de base para plasmar en sus lienzos.
    —¿Destacaría algún rincón?
    —Muchos, pero centro mi atención en Jabalcuz, un sitio que recuerdo con nostalgia. Algunos veranos pasaba un tiempo allí con mis tíos. Sus  jardines, el estanque, el niño de la espina, los pinares y la cascada están en mis recuerdos.
    —Vivió su infancia en torno a la Catedral en una familia de tradición jiennense, los Vargas-Machuca.
    —Sí, creo que este apellido surgió en el siglo XIII de un lugarteniente de Fernando III el Santo. En el pasado más reciente, mi abuelo Antonio Vargas-Machuca vino a Jaén en el año 1895 y formó una gran familia con cuatro hijos que continuaron con la empresa de transportes que mi abuelo había creado al venir a esta tierra. Posiblemente, hoy muchos podrán recordar los autobuses y camiones de transportes Vargas-Machuca, así como el despacho central de Renfe, ubicado en la calle Bernabé Soriano, que, a veces, aparece en fotografías de recuerdos de Jaén.
    —¿Es amplio su currículum en formación y cursos especializados en pintura?
    —Estudié Bachillerato en la Institución Teresiana y, más tarde, ingresé en la Escuela de Peritos Industriales, en la que cursé la especialidad de Electricidad. Acabé la carrera y, más tarde, tuve la oportunidad de estudiar Diseño y Decoración a través del Inem y modelado en la Universidad Popular Municipal (UPM) desde 1997 a 2000, en las especialidades de barro refractario y en barro a baja temperatura parcialmente esmaltado.
    —Mientras estudió la carrera, ¿conoció al que fue su marido?
    —Sí, Miguel Dávila Barrio, mi marido, era un buen estudiante y mejor persona. Nos casamos en la iglesia parroquial de El Sagrario, en los años 60. En su vida profesional, desempeñó puestos de relevancia. Hablo en pasado ya que, en 1989, no pudo superar una intervención quirúrgica. Su recuerdo está constantemente con nosotros y nuestros hijos siempre atentos a cualquier necesidad mía. Juan Antonio, María Angustias y Miguel son mis tres amores, junto con el más pequeño de la familia, mi nieto Javier, en el que vuelco toda mi ternura y cariño.
    —Una vida dedicada por completo a la familia, amigos y, por supuesto, a la pintura. ¿Cuándo descubre esta afición?
    —Desde pequeña, aunque, en esa época, lo que hacía era dibujo a lápiz, que más tarde practiqué con tinta china. El punto de arranque fue ya en la carrera de Peritos Industriales, con el dibujo lineal. Teníamos como profesor al arquitecto Pablo Castillo García-Negrete y sus enseñanzas me fueron muy útiles después, cuando empecé a pintar, ya que sabía encuadrar un paisaje, una calleja o una naturaleza muerta.
    —¿Dónde se formó como pintora?
    —Me matriculé en 1984 en la UPM y, desde ese momento, vi realizado mi sueño: pintar cuadros. Los profesores eran José Ortega y Francisco Quero. El primero nos enseñó a utilizar acrílicos y, el segundo, la técnica al óleo. A este último lo recuerdo gratamente por ser minucioso en el trabajo, una persona reposada y apacible y, sobre todo, un gran profesional. En los años 1991 y 1992, también asistí a los cursos monográficos que el profesor Manuel Kayser impartía en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Jaén. Él me enseñó a utilizar la técnica a pastel, la suavidad de sus tonos, colores limpios que parecen envolver a los objetos como si de una penumbra se tratase. Es de todos conocida la experiencia en la enseñanza del profesor Kayser.
    —¿Cuántas veces ha expuesto?
    —Después de un periodo de aprendizaje y prácticas, participé en exposiciones colectivas de pintura al óleo y con acrílicos en cuadros de grandes dimensiones. En 1996, realicé el cartel anunciador de las fiestas del barrio de La Victoria; también he expuesto en la sala Miguel Castillejo de CajaSur de Jaén y en la sala de Caja de Granada de nuestra capital. Por otra parte, fui seleccionada en el concurso internacional de pintura Rafael Zabaleta de Quesada y en el concurso Juan Almagro de Pegalajar. En 2002, la sala Miguel Castillejo acogió una muestra de modelado de barro y esmalte.
    —Para usted, ¿es trabajo coger los pinceles o placer sentarse ante un lienzo y llenarlo de formas y colores?
    —Un verdadero placer. Se me pasan las horas sin darme cuenta, pero no me importa el tiempo, lo que valoro son los resultados. Cuando un cuadro se me resiste, lo dejo apartado un tiempo hasta que se me enciende la luz y encuentro el fallo. Hay que ser, sobre todo, pacientes.
    —¿El estado de ánimo influye a la hora de pintar?
    —Influye mucho en los cuadros. Es el reflejo de lo que el pintor ve y siente expresando en el lienzo el estado de ánimo. Toda persona que pinta, al revisar sus cuadros cuando ha pasado un cierto período de tiempo, se da cuenta en qué estado de ánimo estaba al realizarlo.
    —En la actualidad es monitora de la UPM de Jaén e imparte clases de pintura en dos asociaciones de vecinos en barrios. ¿Con cuántos alumnos cuenta?
    —Las aulas tienen capacidad para grupos de 10 o 12 alumnos, por lo que en las tres horas diarias que tenemos programadas es suficiente para atenderlos. La forma de enseñanza es personalizada. Cada alumno asimila las enseñanzas de manera distinta, por lo que el profesor debe adaptarse a ellos.
    —¿Qué aconseja a sus alumnos?
    —Sobre todo, que tengan paciencia. La prisa no es buena para obtener un buen resultado en la pintura. Antes de empezar un cuadro, hay que observar el modelo, las luces, las sombras y las distancias, entre otros factores.
    —¿Cómo es su pintura?
    —Es sencilla, fácil de entender. Traslado al lienzo los objetos cotidianos que están a mi alrededor: los frutos, los paisajes que conozco y la luz que nos rodea. La transparencia de los objetos de cristal me gusta especialmente. También la suavidad de las telas, los paisajes y jardines vistos desde una ventana o balcón. Cualquier objeto por humilde que sea es digno de estar representado en un lienzo. Grandes pintores han sabido trasladar a un cuadro simple cuencos, jarras y platos que se usaban en conventos y posadas.