MARI LUZ QUILES BRAVO. "Con los tatuajes, los jiennenses no se arriesgan"

María José Ortega
Es madre de familia numerosa, esposa  y, además, empresaria. Su negocio es un estudio de tatuajes, una idea que responde más al sueño de su marido que al suyo. Sin embargo, ahora es ella quien regenta “Stigma”. Es paciente, atenta, risueña y sociable, transmite una serenidad que choca con el arte “underground” que adorna sus brazos. Y es que Mari Luz Quiles podría considerarse como una auténtica princesa guerrera del siglo XXI. Los doce años al frente de un negocio que vende “caprichos artísticos” y que aun así sobrevive a los estragos de la crisis, lo demuestran. 

    17 jul 2011 / 10:00 H.

    —¿Cómo y cuándo surge la idea de montar un estudio de tatuajes?
    —La idea de montar un negocio de tatuajes y piercing fue de mi marido, Juan. Él, desde pequeño, siempre quiso tener un estudio de tatuajes y, en una ocasión, se nos presentó la oportunidad, lo hicimos y salió bien. Juan abrió la primera tienda en el año 99 y desde entonces estamos trabajando juntos. Sin embargo, él tuvo que jubilarse y fui yo quien me hice cargo del negocio. Él siempre ha sido quien ha llevado la tienda, pero al jubilarse por enfermedad me tuve que hacer cargo del negocio desde hace, aproximadamente, un año y medio.
    —¿Son los jiennense asiduos o reticentes a los estudios de tatuajes?
    —Los jiennenses no se arriesgan mucho. Aún se sorprenden con, por ejemplo, las dilataciones o con zonas tatuadas al completo como los brazos. Casi siempre vienen de fuera. Incluso gente de Jaén decide hacérselo fuera. Pero la gente de aquí sigue sin arriesgarse, quizá porque, al fin y al cabo, Jaén es una ciudad pequeña.
    —Bajo su opinión, ¿qué requisitos debe tener un buen tatuador?
    —Un tatuador debe tener unos títulos básicos. Debe haber realizado un curso de prevención de riesgos laborales, unas bases de dibujo y una serie de aptitudes que, si no las tiene, es imposible montar un negocio de este tipo. Para mí, lo más importante que debe tener en cuenta una persona que se dedique a esto es el asunto de la higiene. Aprender a tatuar lo puede hacer cualquier persona hoy en día, pero si no tienes una higiene y una base no puedes hacerlo.
    —¿A qué controles está sometido un negocio de este tipo?
    —La Consejería de Salud de la Junta de Andalucía viene cada cierto tiempo y hace una revisión del estado del local, de los instrumentos que se utilizan y de los materiales de los piercing. Existe un control a través de un decreto ley entre los tatuadores y la Consejería de Salud por el cual se exige, primero tener unos certificados de valía a través de la Consejería de Salud, que son los títulos o diplomas que se cuelgan en los mismos locales; segundo, que todos los materiales empleados tengan su número de lote y su fecha de caducidad. Toda esta regulación se ha conseguido a través de unos decretos que se alcanzaron gracias a la labor de Atapa, la asociación de tatuadores profesionales de Andalucía, de la cual soy miembro fundador. El problema viene por ahí, en que los estudios que tienen su licencia de apertura y con todo en regla son los que reciben las inspecciones sanitarias. Cualquiera puede abrir un local, pero el día en que surja cualquier problema es cuando desde la Administración oportuna se exigen los documentos pretinentes, pero mientras no haya ningún incidente, no te exigen nada. Pero si se quiere estar dentro de la normativa, en el marco legal, tienes que adaptar el local al decreto ley de la Consejería de Salud, un decreto que distribuye el local con las áreas que debe tener el negocio y luego, aparte, tienes que pedir tu licencia de apertura a Urbanismo. Los estudios de tatuajes que están al margen de la normativa no reciben ningún tipo de inspección, aunque consta que existen en el registro sanitario. 
    —¿En qué situación se encontraban los tatuadores para que decidiera crear la asociación? 
    —Los tatuadores estábamos desamparados en todos los sentidos. Nos enfrentábamos a denuncias y problemas que no sabíamos hacerles frente, por lo que decidimos crear, alrededor del año 2000, la asociación. Juntamos a la mayoría de los tatuadores de Andalucía, profesionales de todas las provincias andaluzas y formamos una asociación de tatuadores en la que contamos con nuestros propios asesores y nuestros propios abogados. Comenzamos con 17 asociados y, actualmente, la asociación de tatuadores profesionales de Andalucía cuenta con 42 asociados.
    —¿Cuál es el tatuaje más peculiar que le han pedido?
    —El tatuaje más raro que han pedido fue un hombre que quería que le hiciéramos una mosca en su pene. Luego, lo que más solicitan es, sobre todo, tatuajes de motivos florales, tribales y el típico delfín.
    —¿Qué modificaciones ha habido en el aspecto sanitario?
    —Antes, nosotros soldábamos nuestras propias agujas, esterilizábamos los tubos. Lo más desechable que empleábamos era los materiales del piercing, pero actualmente es todo. Ahora Sanidad te exige un tipo concreto de aguja, de tubos y todo tiene que ser desechable. Luego, las tintas también necesitan sus revisiones por la Comunidad Europea y a todos estos cambios hemos tenido que ir adaptándonos. Las herramientas son las mismas, pero con la diferencia de que ahora tienen que responder a las exigencias de Sanidad y de la Unión Europea.
    —En un negocio en que lo que se vende es “arte corporal”, ¿cómo le ha sentado la crisis económica?
    —La crisis nos ha afectado muchísmo. Ahora la gente no viene como antes y es que el tatuaje es un capricho, siempre ha sido un capricho. Entonces, como no es una necesidad básica, de este tipo de “compras” se prescinde. Recuerdo que el boom de los tatuajes coincidió cuando abrimos el primer estudios. Fue una ecatombe, no dábamos abasto aún con cinco tatuadores contratados. No parábamos desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche en  que cerrábamos. Teníamos tres salas y estaban siempre llenas con gente esperando para entrar. Sin embargo, a partir de la crisis se notó muchísmo el parón de gente. Pasamos de tener listas de espera de hasta una semana a hacer, como mucho, unos cuantos piercing y un tatuaje pequeño al día.
    —¿Existe un perfil definido de los clientes? ¿Ha cambiado con los años?
    —El perfil de los clientes es muy amplio. Desde que empezamos hemos tenido clientes de todas las edades, desde menores que necesitan su correspondiente autorización hasta mayores de 65 años. Luego, hay gente de todos los ámbitos; jueces, médicos, abogados o “canis”. La gente ya no asocia el tatuaje a algo negativo; es más, ahora si apruebas te regalan un tatuaje. Sin embargo, no se puede hacer un tatuaje a lo loco, hay que estar muy seguro porque es algo que dura durante el resto de la vida.