Manuel Peña: De pirómano y delincuente a hombre feliz
Manuel Peña Molina ha dejado de ser M. P. M. “Ya voy por la calle con una mochila y no se para la Policía Nacional para registrarme y mirar lo que llevo dentro”, dice con cierta ironía. A simple vista, transmite dones de una persona bondadosa, confiada y con un gran corazón, pese a que la vida no le ha tratado demasiado bien. En cambio, él no tiene el mismo concepto: “Siempre que he estado en un callejón sin salida, Dios me ha abierto una puerta”. Vive en Jerez de la Frontera, está apunto de conseguir un empleo en la hostelería y acude todas las mañanas a la Cruz Roja para empaquetar alimentos, que se entregan a los más necesitados.
Manuel Peña Molina ha dejado de ser M. P. M. “Ya voy por la calle con una mochila y no se para la Policía Nacional para registrarme y mirar lo que llevo dentro”, dice con cierta ironía. A simple vista, transmite dones de una persona bondadosa, confiada y con un gran corazón, pese a que la vida no le ha tratado demasiado bien. En cambio, él no tiene el mismo concepto: “Siempre que he estado en un callejón sin salida, Dios me ha abierto una puerta”. Vive en Jerez de la Frontera, está apunto de conseguir un empleo en la hostelería y acude todas las mañanas a la Cruz Roja para empaquetar alimentos, que se entregan a los más necesitados.

Cuenta que tiene 36 detenciones a su espalda y que ha pasado varios años en prisión. En cambio, quizá el hecho que más alarmó a los jiennenses se produjo el 20 de julio de 2011. Dormía en unos cartones en un solar abandonado en San Clemente —el de Simago—. Fue detenido acusado de prender fuego a una aglomeración de palés, que originó unas llamas enormes que obligó a desalojar, incluso, a vecinos de los bloques adyacentes. Lo arrestaron al instante.
ManuelPeña Molina nació hace 41 años en la calle Arrastradero. Cuenta que su padre, Lucas, tenía un gran corazón, pero problemas de alcoholismo. Su madre, Antonia, murió cuando él tenía 19 años. Le sorprendió cuando se formaba como pintor de automóviles después de la EGB en el Colegio Jesús y María y un ciclo de formación profesional en Las Fuentezuelas. “Para mí fue un gran batacazo. Cogí depresión. Entonces, las drogas se llevaban en el barrio y empecé a consumir. Acabé con el patrimonio de mi familia y hasta estafé a mi padre”, recuerda.
primera vez en prisión. Con 22 años y algunos meses, entró por primera vez en la cárcel. Allí pasó algunos meses por delitos vinculados con los robos. Pese a que comenzó a trabajar, volvió a recaer. “El camello venía y había que conseguir dinero como fuera”, recuerda. Fue condenado por el robo de un establecimiento de comida rápida. En cambio, jura y perjura que ese no lo cometió. Le cayeron 4 años que se unieron a otras condenas. Al final, entró 7 años en la cárcel. “Me vino bien. Aprendí muchas cosas y me interesé por otros oficios y el deporte”, asegura.
No lo duda: “A partir de ahí pasé cuatro años excepcionales. Trabajé en la construcción, me saqué el carné de conducir y tuve una relación con una mujer. Era sano, tenía mi pareja y el trabajo. Me sentía plenamente feliz. Sin embargo, las cosas me empezaron a ir mal y comencé a descarriarme”, recuerda.
Manuel Peña vendió un piso que tenía y acabó durmiendo entre cartones: “Consumía droga y se me fue la cabeza. Creo que la cocaína me hizo polvo el cerebro. Solo veía fuego, muerte y destrucción. Era el demonio”. Cometió varios delitos, entre ellos, un incendio en un solar de San Clemente, que conllevó hasta el desalojo de vecinos.
Sin embargo, como a él le gusta pensar, Dios le abrió otra puerta. Ingresó en una organización social en Córdoba. También estuvo en Málaga y en Cádiz antes de acabar en Jerez. Pasó por el Hogar San Juan antes de independizarse. Hoy, comparte piso con un compañero y cobra una prestación mientras que busca trabajo. Por la mañana, está en Cruz Roja. Empaqueta alimentos para los más necesitados. “El mundo se ha portado muy bien conmigo. Estoy agradecido a la sociedad, a las organizaciones que me han acogido y a los centros en los que he estado”, manifiesta.
Pese a que ha estado varias veces en prisión, sorprende su concepto de los tribunales: “Siempre he tenido una Justicia muy humana”. Asimismo, se muestra rotundo con las drogas: “Estoy limpio. He aprendido a decir que no. Ahora he vuelto a fumar algo y estoy empeñado en dejarlo”. Quizá pronto comience a trabajar en una terraza de un establecimiento hostelero de Jerez. Añora Jaén, pero de momento allí está bien. Hoy es un hombre feliz.