Manolo El Sereno

Manuel Ruiz López, alias el Sereno, era amigo de sus amigos, generoso de corazón y con un sentido del humor excelente. La sencillez y bondad no se adaptan al tópico de la bonhomía y campechanía, él era mucho más. Gran persona y personaje, recuerdo las veces que le visité en su casa, aquellas botellitas de aceite —con unas etiquetas que eran un detalle simpático— que nos regaló, con tanto cariño, a mí y a los que venían conmigo, cómo describía todo lo relativo a su pequeña almazara, lo meticuloso que era para cualquier cosa y su manera de hablar, en la que siempre transmitía más de lo que aparentemente las palabras decían.

    31 ene 2013 / 18:17 H.

    Era la forma de expresarse, claro, su profundo humanismo, y con la naturalidad de la sabiduría —a la que sólo se puede llegar por edad— lograba conectar con quien fuera, de la procedencia que fuera, explicar su propia vida y darle un punto cómplice a su relato. Porque le gustaba explicarte cosas y contarte anécdotas, como la de los días de Sara Montiel en Frailes, cuando narraba aquello de los ríos de semen por los pasillos del cine, o como cuando se quedó encerrada en el cuarto —él la alojaba en su casa— y tuvo que subir con una escalera, saltar por la ventana y rescatarla, como un héroe de aquellas películas que en la década del cincuenta se veían en los cines de nuestros pueblos. Con la muerte a los 88 años de Manolo el Sereno no solo se ha ido un buen hombre sino una forma de mirar el mundo, una cultura, un conocimiento y templanza envidiables. Descanse en paz.
    Escritor
    Juan Carlos Abril