Malos padres y peores tiempos para el tranvía

El niño que nadie quiere. Parir un hijo y verlo morir ante tus ojos es duro para una madre. El niño es el tranvía y la exalcaldesa Carmen Peñalver la que lo alumbró, con la ayuda de la Junta, dícese Rafael Valdivielso, en su día delegado de Obras Públicas. Ahora la criatura muere de inanición y cuesta un millón de euros en estos dos años pese a no funcionar porque, fiel a su criterio, el padrastro y actual alcalde, José Enrique Fernández de Moya no lo quiere, ni lo ha querido nunca. ¿A que parece un cuento? En Estados Unidos habrían hecho ya una serie de varias temporadas. Intrigas y emoción no faltan.

    14 jul 2013 / 08:36 H.

    Lo último, la puesta en escena del alcalde solo con sus tres concejales frente a tres sillas vacías. Como si no hubiera problemas, encima haciendo teatro municipal. Aquí todos mienten, como en las películas de misterio. Desde luego, si yo fuera la madre o el padre hipotecaría hasta el alma y me haría cargo de la gestión, para demostrarle al alcalde lo equivocado que está y callarlo ya. Pero para eso hay que ser buenos padres.

    Cadena perpetua. José Bretón no merece vivir, para empezar, pero dado que ese supuesto no se contempla en el actual Estado de Derecho, la Ley debería garantizar, al menos, que jamás de los jamases pisara de nuevo la calle. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, presentó, en mayo, al Consejo de Ministros el anteproyecto de ley de reforma del Código Penal, que incluye, por primera vez en la historia, la pena de prisión permanente revisable para terroristas, genocidas y grandes asesinos, algo que tiene amparo jurídico en el Tribunal Europeo de Derecho Humanos. No sé si tendrá carácter retroactivo, pero debería.

    Inocente. Hay una máxima en la judicatura que viene a decir algo así como que es mejor que haya cien culpables sueltos que un inocente en prisión. Vamos, que la presunción de inocencia es sagrada. El policía Rubén Muñoz acaba de salir de prisión tras un indulto por un delito que él insiste hasta la saciedad que no ha cometido. Hay que reconocer que algo ha fallado desde el principio. La rocambolesca historia de este caso no es normal pero, al final, se correrá un velo tupido, demasiado tupido.
    Juana González Cerezo. Blog Gota a Gota