Mahmud Al-Sarsak

Suena casi a sarcasmo el que ciertos personajes de relevancia internacional, aparte de expresar su satisfacción por la gran noticia de la liberación del futbolista palestino Al-Sarsak, digan que esperan que recobre pronto su plena forma física y que vuelva a jugar al fútbol como hombre libre. Tengo serias dudas al respecto tras tres años de prisión, noventa y dos días de huelga de hambre y el grave deterioro de su salud.

    22 jun 2012 / 16:10 H.

     Al-Sarsak fue detenido con veintidós años cuando iba camino de Cisjordania para unirse al equipo nacional. Se le aplicó la ley de encarcelamiento de combatientes ilegales. De esta manera no sabe el preso los motivos de su detención, ni cuando quedará libre, ni qué pruebas hay contra él, ni puede refutar esas pruebas, ni defenderse ante un tribunal. En resumen, se le niegan los derechos que le corresponderían a cualquier persona detenida por acusaciones delictivas. Al-Sarsak jugaba al fútbol y llevó el nombre de Palestina al escenario internacional. Con su juego quiso ayudar a que se desarrollara el fútbol palestino y promover así la clasificación de su equipo nacional a niveles razonables. Este chico era una gran promesa del fútbol palestino e internacional y ejemplificaba la esperanza de que vendrían tiempos mejores. Pero se ha convertido en un ejemplo más de cómo Israel considera al deporte un objetivo más de guerra. Como cuando impidió en 2004 que los mejores futbolistas palestinos jugaran un partido de su selección nacional contra el equipo chino de Taipei al que ya habían ganado un primer partido por 8-0. O cuando en marzo de 2006 bombardearon el estadio de fútbol palestino en Gaza. O cuando en la operación Plomo Fundido asesinaron a tres futbolistas del equipo nacional y bombardearon de nuevo el estadio. Me sonó a sarcasmo también cuando me enteré meses atrás de que Israel iba a organizar la fase final del Campeonato Europeo sub-21 de la UEFA en 2013. Se me vino a la cabeza el año 1931 cuando se decidió que los juegos olímpicos debían celebrarse en Berlín o cuando en 2008 se decidió que se celebraran en Pekín. En 1936 se le dio una oportunidad única a Alemania para mostrarse al mundo como un país normal, dando la apariencia de orden y eficacia que consiguió engañar a la prensa extranjera. China nos ha dicho que son los más fuertes, los más rápidos, y arrasaron en el medallero. Otro régimen totalitario al que se le ha dado un escaparate extraordinario para mostrar su tecnología, sus infraestructuras, su poder, sus mentiras. El mundo contemplará en 2013 una vez más a esos futbolistas de un lado para otro del campo, miraremos para el otro lado del césped para no ver la soga que amarra a un pueblo oprimido.

    Miguel Ángel Olivares es escritor