22 jun 2015 / 15:24 H.
Casi 300 empresarios reunidos en Jaén, un martes a las 6:45 horas, en un hotel de la capital, no es algo que suceda con mucha habitualidad. A priori se podría pensar que el motivo de darse cita en tal número y a esas horas pudiera ser la asistencia con previa convocatoria de algún líder empresarial o político internacional o, tal vez, la presencia en la misma de algún personaje relevante, de esos que cobran por saber anticiparse al futuro y elegir una manera didáctica e innovadora para compartir con los interesados esas venideras conclusiones. Y aun así, parecería harto complejo aunar el interés de tal masa crítica de “héroes” si el objetivo que se pretendiese con la asistencia respondiera tan solo a cuestiones de forma, de esas que tienen más que ver con el “postureo” que con invertir en una visibilidad creíble. Visibilidad creíble, eligiendo los foros, los eventos y las acciones de responsabilidad social en las que estar presentes. Esta visibilidad realizada de manera recurrente, bien escogida y alejada del tan manido “es que hay que estar” se convertirá en credibilidad, esto es, en ese extraordinario cóctel que forman la buena reputación, el renombre, la fiabilidad, el prestigio y el reconocimiento. Y como fruta madura, indefectiblemente, esa credibilidad ganada a pulso con el buen hacer, con el buen ser y, en nuestro caso, con el buen parecer, se convertirá en rentabilidad para empresas y empresarios. Y alcanzar la misma es el reto. El propósito es hacer negocio. El objetivo por el que darse cita, por el que competir, por el que diferenciarse y por el que madrugar. En el caso de estos empresarios, la elección para tratar de conseguirlo es un modelo de marketing por referencia basado en el networking profesional que triunfa en España. Empresarios obligados hoy más que nunca a escoger dónde, cuándo y para qué. Como si de una segmentación estratégica se tratase y que forzara a fijarse más en la cabecera de la invitación que en el pie del convite, que como anzuelo para llenar aforos, casi siempre reza aquello de “al final del acto se servirá una copa de vino español”.