LUIS MIGUEL ÁLVAREZ LÓPEZ: “No hay una clave para decir quién sale de la cárcel”
Esperanza Calzado Moral
Si difícil es decidir quién es culpable o no de un delito y quién debe o no ingresar en prisión, también lo es hacer la operación inversa: determinar qué presos están en condiciones de abandonar la cárcel. Esta es la labor diaria de Luis Miguel Álvarez López, el juez de vigilancia penitenciaria de Jaén. Es madrileño pero vive en la capital desde hace más de cuatro años y asegura que le gustaría que fuese su destino final. Le encanta su profesión y confiesa ejercerla con gran vocación.

Si difícil es decidir quién es culpable o no de un delito y quién debe o no ingresar en prisión, también lo es hacer la operación inversa: determinar qué presos están en condiciones de abandonar la cárcel. Esta es la labor diaria de Luis Miguel Álvarez López, el juez de vigilancia penitenciaria de Jaén. Es madrileño pero vive en la capital desde hace más de cuatro años y asegura que le gustaría que fuese su destino final. Le encanta su profesión y confiesa ejercerla con gran vocación.
—¿Siempre ha tenido claro que quería dedicarse al mundo del derecho?
—No, ni mucho menos. Yo llegué al mundo del derecho de rebote. Tenía otras actividades, como el deporte, y derecho me permitió compatibilizarlas. Cuando dejé de jugar vi que era una buena opción completar mi formación con esta carrera y me permitió el conocimiento de muchas ramas del derecho. Lo que pasa es que una vez que decidí prepararme las oposiciones me dijeron que tenía muchas oportunidades y decidí centrarme en esta rama. Seguí y seguí y afortunadamente salió la cosa bien.
—¿Cómo recuerda su época de estudiante?
—La verdad es que tuve una etapa como estudiante un poco extraña porque la compatibilizaba con actividades deportivas que eran mi profesión y me pagaban por ello. Yo vivía para hacer deporte y después, de manera secundaria, preparé mi formación después. Por eso, viví una etapa de estudiante muy buena. Tenía tiempo, tenía dinero y fue muy bien. El inconveniente es que cuando se acabó la actividad deportiva y el dinero tuve que reciclarme y eso fue lo que hice: ponerme a estudiar como un loco para aprobar la oposición.
—¿Qué deporte practicaba?
—El baloncesto, y estuve así hasta los 28 años que acabé mi vida deportiva. Además, como no tenía interés en seguir como entrenador y opté por el derecho.
—¿Su primer día de trabajo fue muy duro?
—La verdad es que este trabajo tiene su particularidad y es que cuando uno llega al despacho la responsabilidad recae en él mismo. No tienes a quién echar mano si tienes alguna duda. Pero sí que recuerdo con mucho cariño a la gente que trabajaba conmigo en mi primer destino y que me ayudó mucho. Era un destino muy cómodo porque no tenía agobios y podías pensar las cosas con calma. En definitiva, fue un aterrizaje suave y sin angustias.
—¿Cómo llegó a parar a Jaén?
—Soy madrileño y llegué por los mecanismos normales que se utilizan en la administración de Justicia. He pasado por varios destinos como Córdoba, Melilla y Jaén. Me he asentado aquí porque he cogido un destino bastante cómodo. Hace cuatro años que estoy aquí. Mi objetivo era acercarme a Granada pero al llegar a Jaén me acomodé muy bien, el ambiente es fantástico, al gente es maravillosa y no veo el momento de irme.
—¿En qué consiste, exactamente, su trabajo diario?
—La verdad es que tengo un trabajo relativamente sencillo. Decido cuáles son los presos que salen de la cárcel. Igual que hay compañeros que tienen la difícil tarea de decir quién entra, la labor más desagradable, yo tengo la ventaja de decidir el que sale y es menos doloroso.
—¿Pero si usted se equivoca puede dejar en la calle a alguien que no se lo merecía o el caso inverso, dejar en prisión a alguien que no lo merezca?
—Evidentemente, en el tema del tratamiento penitenciario no existen reglas fijas. Es un trabajo un poco intuitivo y valorativo el hecho de decir cuándo una persona que está en un centro penitenciario está en condiciones de salir o no en libertad. Yo muchas veces le trasmito a los internos esta idea: A lo mejor perciben que ya son personas rehabilitadas pero esa sensación la tenemos que percibir, también, desde fuera y eso sólo se puede ver en su vida diaria y cómo se comporta en sus permisos. Muchas veces nos demuestran que la decisión que hemos tomado no es la más adecuada y que las tentaciones que tienen fuera del centro les hacen caer en el delito. Nadie tiene la llave para saber cuál es la decisión correcta.
—Una de las maneras para conseguir esta reinserción son los propios talleres que se imparten en la cárcel...
—La labor que se realiza en el Centro Penitenciario de Jaén es encomiable. La Administración, normalmente, tiene pocos recursos en materia penitenciaria y, casi menos que en otros ámbitos y, la verdad, es que, en Jaén, con el poco dinero que se dispone es respetable. Intentan adaptar una cárcel que no es adecuada para diferenciar módulos distintos y no tener juntos a internos conflictivos con los no conflictivos, para que, finalmente, realmente se desarrollen talleres eficaces y permitan la reinserción del preso. El centro jiennense hace muchas cosas con pocos medios y con mucha imaginación.
—Se puede tener la percepción que su profesión puede ser un tanto seria y complicada. ¿Animaría a los jóvenes a seguir una carrera judicial?
—La vocación de la justicia la tiene el que la tiene. Cuando terminé la oposición no me esperaba que me gustase tanto como me gustó. El hecho de que uno pueda decidir en conciencia y no tienes nada más que tu decisión, es tu responsabilidad pero no hay nadie que te diga qué tienes que hacer y cómo. Eso es muy atractivo, el hecho de poder decir voy a hacer esto, me puedo equivocar, pero voy a hacerlo, es muy interesante. Además, la oposición es muy dura y no está suficientemente bien pagada, comparada con otras oposiciones que exigen lo mismo pero que cobran mucho más. Es una decisión vocacional porque quién quiera venir aquí a ganar dinero lo tiene un poco complicado. Te tiene que gustar. Es un trabajo muy bonito, te puedes equivocar, claro, pero siempre he tenido la conciencia muy tranquila de hacer mi trabajo lo mejor posible y con los medios que tengo a disposición.
—¿Se marca alguna meta próxima?
—En el ámbito profesional no me marco ninguna meta, porque tenemos la misma labor y categoría el juez que está en un pequeño pueblo que el que está en una capital. A nivel personal, mi objetivo es estar a gusto con el trabajo que hago y en el lugar en el que me encuentro, que es lo que me sucede aquí.
—¿Qué opina su familia de estos sucesivos cambios de destino?
—Fantástico. Mi mujer y mis hijos me han acompañado por toda la nación española y están acostumbrados. Ahora, afortunadamente, me ven más, porque tengo menos trabajo, y están encantados. En mi anterior destino, en Melilla, me veían muy poco porque tenía mucho trabajo. La verdad es que siempre han entendido la labor que desempeño y me han apoyado y yo se lo agradezco siempre, todos los días.
—El calor no les importa...
—La verdad es que no. Mi mujer es de Granada y está acostumbrada. Y yo llevo desde los 22 años viviendo en Andalucía, aunque soy madrileño, y estoy acostumbrado a este calor tan fuerte.