Luces rojas.-Negro, muy negro
Por Nuria López Priego
Como un electrocardiograma. Así es la última y esperada película de Rodrigo Cortés, Luces rojas. Una producción que continúa la brecha estresante que abrió con la claustrofóbica, notable y subyugante Buried y que, a pesar del galáctico trío de ases que la protagoniza —Robert de Niro, Sigourney Weaver y el extraño Cillian Murphy—, avanza por las movedizas arenas del suspense y de la intriga entre altibajos que le restan gancho y, fundamentalmente, la atención de los espectadores.

Como un electrocardiograma. Así es la última y esperada película de Rodrigo Cortés, Luces rojas. Una producción que continúa la brecha estresante que abrió con la claustrofóbica, notable y subyugante Buried y que, a pesar del galáctico trío de ases que la protagoniza —Robert de Niro, Sigourney Weaver y el extraño Cillian Murphy—, avanza por las movedizas arenas del suspense y de la intriga entre altibajos que le restan gancho y, fundamentalmente, la atención de los espectadores.
En una era en la que hasta con dinero público se pagan y se alimentan supercherías, el cineasta gallego sustenta el argumento de Luces Rojas en el fraude —o no— que representan aquellos que dicen tener poderes extrasensoriales. Esta es su materia prima y la penumbra visual, el formato en el que se desarrolla una trama que fluctúa entre puntos de máxima tensión que aceleran el ritmo cardíaco y que se concentran en el nudo de la cinta y secuencias dispersas que ralentizan la acción y que invitan al público a desconectar, a lanzar “pufs” y “uafff” y a poner en entredicho la inteligencia de unos personajes que se consideran lumbreras.
Como en casi todas las películas de este género, en Luces rojas no faltan los efectos especiales, un sinnúmero de sonidos que encogen el alma, escenas para no mirar del terror que sugieren y un juego de planos-contraplanos que atenta contra la salud a prueba de bombas de no importa qué espectador. El uso de la ilusión es intachable. Ejemplar. Pero la montaña rusa por la que basculan los personajes eterniza una cinta que no se sale de la media de dos horas que suelen durar la mayoría de las producciones actuales y deja la sensación de una venta de humo. La promesa de un éxito cinematográfico que, sin embargo, se desinfla como un globo a la hora de la verdad y que acaba convertida en otra terapia más de autoayuda, en la que, esta vez, la idea que se vende es que uno no puede negarse a sí mismo para siempre.
Luces rojas
Director: Rodrigo Cortés
Protagonistas: Cillian Murphy y Sigourney Weaver