Los vaciacorrales
Muchos de los que emigraron, allá por los años sesenta o setenta, se quedaron a vivir en Cataluña, Madrid, etcétera. En los veranos solían darse una vuelta por sus pueblos de origen, para ver a sus familiares y gustar de las costumbres y platos pueblerinos, basados, sobre todo, en la matanza y fauna de corral. Por lo visto, muchos ansiaban tantos las comidas que les ofrecían los anfitriones, que devoraban más que comían.
Lo que dio origen a que se le bautizaran festivamente como vaciacorrales, limpiaorza, comepollos asaltacorrales, etcétera. En un pueblo de Jaén, un verano arribó una familia acostumbrada de otros años a exterminar la fauna de corral de la casa de un familiar. Aparcaron su coche, según las malas lenguas alquilado, y se adentraron en la casa como por terreno conquistado. El cabeza de familia visitante, lo primero que hizo, fue ir al corral, donde vio que había una treintena de pollos que, de grandes, parecían chotos, por lo que se alegró enormemente de verlos. Ya se veía él sentado a la mesa comiendo a dos carrillos. El dueño de la casa se percató del interés por ver el corral y, a otro día de madrugada, temiendo la jugada, escondió en un chambao los cuatro o cinco mejores pollos que tenía. Pasaron los días, que se podían contar por pollos comidos, y eso que cada pollo soltaba una “sartená” de carne que era un fenómeno y, cuando quedaba un par de pollos en el corral le preguntó una vecina al jefe de los vaciacorrales: —¿Cuándo os vais? A lo que respondía, dubitativo: —A lo mejor pasado mañana. Pero, cuando supuestamente no quedaba ningún pollo en el corral, quiso la mala suerte que el marrano le diera una hocicada a la puerta donde estaban los pollos que el dueño había apartado. Los pollos, para su misma desgracia, se escaparon y se encaramaron en lo alto del cobertizo y esa mañana se pusieron a cantar a todo quiquiriquí. El jefe de los carniceros, que oyó y vio que quedaban cinco pollos franciscanos, que daban gusto de verlos, le dijo al cuñado hablando finolis: —¡Cuñado!, ¿Sabes lo que he pensado? ¡Que nos vamos “sa” quedar cuatro “so” cinco días más!
José Alcántara Blanca / Torredelcampo