Los turistas conocen todos los 'entresijos' del aceite de oliva


Mariela Soriano /Linares
El aceite de oliva es un pilar indiscutible que ha marcado una cultura y un estilo de vida que tiene al olivo como su razón de ser. Se encuentra en cada uno de los rincones y hasta en el más recóndito de los paisajes de una provincia que es la primera productora de 'oro líquido'. Y cada vez son más las personas que quieren adentrarse en ese 'mar de olivos' y conocer todos sus secretos.

    23 abr 2013 / 18:00 H.

    Así, el denominado como oleoturismo, al igual que ocurrió hace unos años con la enología,  gana adeptos poco a poco y se incluye en paquetes turísticos, como el presentado recientemente por la Diputación para promocionar la provincia  como un destino turístico “único”, utilizando el bosque de 60 millones de olivos y el aceite de oliva virgen extra como recursos diferenciadores y singulares de este territorio. Cada vez son más los recursos puestos a favor de este turismo, así como las almazaras que abren sus puertas y muestran los entresijos de un oficio milenario que ha pasado de generación en generación.
    Ese es el caso de Oro Bailén, que, ubicada en Villanueva de la Reina, recibió recientemente el premio a la mejor almazara del país. “El resto de galardones los hemos recibido por la calidad del aceite, pero, en este caso, fue por las instalaciones, por cómo trabajamos y cuidamos hasta el último detalle, y esto motiva al turismo, que visita una de las mejores almazaras de España”, explica su gerente, José Gálvez. Precisamente de ahí surgió la idea de mostrar una almazara apta para las visitas: “Acorde al producto que ofrecemos, y que me ayuda a que la gente entienda la calidad del aceite que ofrecemos cada año, cómo se hace y los estándares que se utilizan y nos hacen ser diferentes”.
    Los visitantes a Oro Bailén llegan desde Galicia, La Rioja, País Vasco, Málaga o Levante, y disfrutan desde la visita a la almazara, ubicada en la finca Casa del Agua, para conocer el proceso productivo, hasta la cata de aceites o un desayuno molinero se encuentran entre su amplia oferta de actividades, junto con visitas al campo o el maridaje de aceite con platos de la provincia. “Lo que nos queda pendiente  es hacer un paquete más cultural, complementario con la oferta turística de la provincia y, al mismo tiempo, que incluya la visita a su principal eje económico”, indica Gálvez.
    Junto con la limpieza y la organización de las diferentes dependencias, que les llama mucho la atención, “incomprensiblemente, porque se trata de una empresa de alimentación o agroalimentaria, y esto debe ser básico”, Gálvez apunta al interés que despierta que la firma, con tan solo siete años como elaboradores de virgen extra y sin haber tenido antes liga o relación con un sector tan arraigado, tradicional y de generación en generación, esté en lo más alto.
    En lo que respecta a Aceites Baécula, de Bailén, llevan con las visitas guiadas unos, aproximadamente, diez años. Ahora, según afirma desde la fábrica José Francisco Sanz, lo que han tratado es de afianzar y fomentar que lleguen más personas a las instalaciones, y para ello la almazara entró a formar del Club de Producto de la Ruta de los Castillos y las Batallas para activar el turismo. “Lo que se trata es de dotar de más contenido la ruta de una persona que, por ejemplo, visite Baños de la Encina o Bailén, mediante recursos como el oleoturismo, que está funcionando muy bien, o las visitas a las cerámicas de la zona”, señala. De esta forma, y aunque como integrantes y de los miembros fundadores del club, como sostiene Sanz, y aunque todavía no ha “despegado” del todo, hasta las instalaciones llegan numerosas visitas, como es el caso de la recibida durante el fin de semana por parte de una treintena de agentes de viaje madrileños. De provincias andaluzas como Cádiz o Sevilla, de Santander o la zona del Levante ahora, además de Navarra, Soria, Burgos o Toledo, suelen llegarles turistas que, sobre todo, se muestran sorprendidos tras su paso por la almazara, en la que, entre otras iniciativas, se organizan catas de aceite, por la magnitud de la industria olivarera. “Hay gente que conoce un poco el sector del aceite o el producto, pero la inmensa mayoría desconoce la clasificación del producto y llegan perdidos. Son muchas las cuestiones en las que hacen hincapié según los casos, como en detalles para la cocina, la conservación del aceite o para que se utiliza cada uno de los tipos”, matiza.
    Para Oleícola San Francisco, de Begíjar, la oportunidad de abrir sus puertas para las visitas llegó, según explica su gerente, José Antonio Jiménez, de la mano de la complicada situación en la que se encuentra inmerso el sector en los últimos años. “Ante ello, buscamos nuevas líneas de negocio a la par que optimizar lo que teníamos. Contábamos con solicitudes puntuales de visitas a la almazara o a los campos de olivos, por lo que estuvimos trabajando durante un año en el diseño de los productos”, asegura. En total cuentan con cinco paquetes turísticos, que muestran desde visitas al olivar para conocer el árbol y sus curiosidades, hasta cómo se ponen los mantones y las herramientas que se utilizan y el camino que siguen las aceitunas, que se completan con el turismo oleogastronómico y el oleospá, y que ligan también al Renacimiento y el olivar.
    Una opción que les ha permitido mantener abierta la almazara durante todo el año, y no tan solo durante la campaña de la aceituna, que era lo habitual, “y con casi más gente que nunca”. Para ello han realizado también una completa adaptación de  todas las instalaciones, lo que permite que haya hasta un centenar de personas a la misma hora, han creado una sala de proyecciones y un patio andaluz donde se hacen los talleres de iniciación a la cata, además de una tienda especializada con todo tipo de productos que tienen su base en el aceite de oliva. Registrados como guías turísticos especializados, esta empresa familiar se ha reinventado totalmente y, manteniendo su esencia, ha cambiado el “chip” de almazareros para convertirse en una firma turística a la que cada año llegan, además del turismo nacional, franceses, polacos, japoneses, chinos o checoslovacos. “Una vez que realizan la visita se van con una visión muy diferente del sector del aceite, y se afianza el que sean consumidores absolutos fieles”, matiza.