Los ricos también lloran
Pero se ríen más. Los franceses, muy coquetos ellos, se tiran al barro y se flagelan, se autoimponen un impuesto especial y así colaboran con el populacho, que eso de las ONG ya no vende tanto como antes. Y aquí, por eso de la eterna campaña política, ya se han puesto todos manos a la obra a ver quién lo impone primero.
Insisto, en campaña, que luego el que gane tirará por la calle del “yasieso” (“yaseiso” te llamo, “yasieso” me paso, “yasieso” echamos un café). Porque, en realidad, ¿qué es un rico? Porque un pastel rico no está claro, depende del comensal, pero un hombre (mujer) rico (rica), ¿en qué consiste? ¿Será tipo Lomana con su melena rubia, que habla en o sea y que gira el cuello muy, muy despacio? ¿O es tipo Floren, que cruza las manos para expresarse, jamás lleva polvo en el traje y no compra en los factorys? El caso es apuntarse a las modas, y el impuesto “pa” ricos lo es. Busquemos la rasera, y a ver a quien le pilla el corte, que apañado va. “No, mire usted, que por tener piso pagado, apartamento en la playa, y chalé en la sierra, dos BMW y dejarlos en doble fila en Maristas no implica que no tenga que trabajar para poder vivir. O mejor el de “oiga, ¿es que no tengo derecho a vestir con animalitos en el pecho, estacionar el yate donde pueda y mirar la hora rolex?” Si el dato a corroborar está en el fisco, habrá que hacer una declaración de la declaración de la renta, para ir aclarando términos; bandazos nos quedan que sentir con la clase política en busca y captura del voto perdido, entre los indignados, los ricos, los de la izquierda y los parados. Virgencita, que me quede como estoy, bendita hipoteca, bendito fin de mes, ilustre cerveza con tapita. Que “yasieso” me hago rico otro día. Si eso.
Francisco J. Peinado
Profesor de Formación Vial