Los piratas en tierra, cómplices y tapadera de los somalíes

El secuestro del Alakrana ha generado en estos últimos días un interminable rosario de noticias y cruces de acusaciones entre partidos políticos, después de la desesperada llamada de los familiares a los medios de comunicación. La situación de los marineros estaba al límite y así se lo transmitieron a sus esposas, que se lanzaron a hacer declaraciones públicas para atraer la atención mediática sobre un asunto que se prolongaba en el tiempo y que corría el riesgo de entrar en un punto peligroso para la vida de los secuestrados.

    12 nov 2009 / 12:08 H.

    Ahora, sin embargo, la consigna es el silencio, y se entiende. Hay que dejar trabajar a los jueces y al Gobierno, tal y como reclamó el magistrado Baltasar Garzón en la entrevista publicada por este periódico el pasado lunes, y ser muy prudentes dada la gravedad de los hechos. La inquietud de los allegados es más que comprensible, pero hay que tener confianza en que, como todos esperan, la solución se resuelva de forma positiva y cuanto antes mejor. Desde el Ejecutivo se ha puesto sobre la mesa que la situación está ya encauzada, a la vez que se subraya una realidad fundamental: que la piratería hay que combatirla en alta mar, pero también en tierra, en clara alusión a los importantes bufetes de abogados europeos, de Londres en este caso, que defienden a los secuestradores y gestionan el pago de los rescates. Es absolutamente estéril e hipócrita que desde la comunicad internacional se intente luchar contra estas prácticas delictivas y mafiosas, pero se mire hacia otro lado cuando desde los países supuestamente civilizados y democráticos se ampara legal y económicamente a los piratas. Además de resolver el secuestro del atunero vasco y lograr que los tripulantes vuelvan a casa sanos y salvos, es necesario que este asunto sirva de precedente para que tal impunidad no pueda sostenerse más en el tiempo. Porque ningún pesquero está libre de caer en las redes de los terroristas del mar.