Los mares del aceite
El aceite es a Jaén como las alas a un avión. Podría funcionar sin ellas, pero hoy por hoy, nadie se lo imagina, porque todos dependemos, directa o indirectamente, de nuestro oro líquido. Y los sabemos. No es necesario recordar la cantidad de beneficios médicos, preventivos y curativos, que posee.
Centrémonos en esa sarta de especuladores que hacen un sucio negocio del noble arte comercial de la venta del aceite de oliva. Estamos en manos de unos cuantos mercenarios, que solo buscan aprovechar el momento caótico actual, para apretar, apretar y apretar. El pobre cosechero no puede respirar, al pobre labrador le roban el aire. Hasta degustar esa tostada junto al fuego, leyendo el diario, intervienen algunos factores: el jornalero, el olivarero y el productor. El corredor, que los pone de acuerdo y juega al pin-pon con tres palas y seis bolas, y el comprador. Éste, en vez de abastecer el mercado a cambio de un beneficio, se dedica a asfixiar al vendedor, que si no se somete a las vejaciones especulativas impropias de la oferta y la demanda, acude a las aceitunas turcas, marroquíes o griegas, tirando precios, reputaciones y hasta calidades de nuestra joya. Y el consumidor final, obviamente, aprovecha la coyuntura, porque para poder degustar el manjar líquido, solo puede invertir una ínfima parte de sus ya mermados recursos, llegando a considerarlo en ocasiones un artículo de lujo. Porque esta crisis nos está machacando (gracias Cáritas, Alfonso y compañía por vuestra labor, el otro día disteis de comer a mucha gente en un acto solidario de nuestra ciudad). ¡Lubriquemos una sonrisa de oliva virgen…extra!
Francisco J. Peinado