Los intocables en España

Enrique Rodríguez García desde Jaén. Cuando ya los españoles estábamos sufriendo las consecuencias de la crisis financiera, escuchamos la receta salvadora del entonces presidente de la CEOE, 'trabajar más y ganar menos'. Su sucesor en el cargo como jefe supremo de la patronal, Juan Rosell, volvió a insistir en la misma medicina, pero aumentando la dosis con bajada de sueldos y despidos de los funcionarios.

    13 dic 2012 / 17:20 H.

    Manifestaciones que también comparte Juan Roig, presidente de Mercadona, porque para estos salvapatrias los culpables de la situación actual son los asalariados, funcionarios y pensionistas, a los que tienen que exprimir hasta dejarlos en la indigencia, mientras ellos, los sanos intocables, engordan con la sangre y el trabajo de los inocentes. El que proponía tan drásticas medidas se declaró en quiebra y dejó en la ruina a miles de trabajadores del grupo Marsans. En tan precaria situación económica quedó este pobre empresario, que la Agencia Tributaria tuvo que devolverle más de 2.000 euros en su declaración de la renta, porque la Administración recaudatoria fue incapaz de levantar la baldosa en la que escondía su preciado tesoro. Muy torpe ha debido ser este desgraciado empresario cuando finalmente lo han descubierto, presumiblemente, blanqueando y evadiendo esos millones de euros de los que hablan los medios de comunicación, porque a los intocables de nuestro país, por más informes y evidencias que haya de sus sucios negocios, jamás les tocan un céntimo de lo que esconden, como afirma el New York Times en una serie de artículos publicados sobre banqueros, políticos y grandes empresarios, entre los que destaca Emilio Botín, el padre de Artur Mas, José María Aznar, Dolores de Cospedal, Rodrigo Rato, Miguel Boyer, Carlos Solcahaga, Jordi Sevilla, Josu Jon Imaz, Ángel Acebes y así hasta 569 ciudadanos españoles puestos al descubierto por un empleado de la banca suiza HSBC.
    Según este medio de comunicación, los técnicos de la Agencia Tributaria calculan que el 74% del fraude fiscal lo cometen estas grandes familias, los intocables españoles, que asciende a 44.000 millones de euros que el Estado deja de ingresar y que podría emplear en sanidad, educación, servicios sociales, salarios dignos para los empleados públicos y revalorización de las pensiones. Pero la influencia de estas mafias es tan grande que la Administración no se atreve ni a preguntarles por la salud, aunque sí se emplea a fondo investigando a los autónomos y profesionales liberales que, a fin de cuentas, solo representan el 8% del total del fraude fiscal y, como no, a mirar con lupa las declaraciones de los trabajadores por cuenta ajena y funcionarios que perciben sus retribuciones por nómina. Estos hechos son conocidos en todo el mundo menos en España, porque como dice el “New York Times” y el catedrático de Políticas Públicas, Vicenç Navarro, la libertad de prensa se ha silenciado a cambio del mucho dinero gastado en anuncios comerciales por bancos, como el Santander, que sirven para salvar la difícil situación financiera de muchos medios de comunicación.
    El preámbulo de la Constitución, de la que acabamos de celebrar su treinta y cuatro aniversario, proclama la libertad, la seguridad, la protección de todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, promoviendo el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida. Con la excusa de la crisis económica desmantelan el estado del bienestar y, lo peor, dejan a familias enteras sin recursos ni techo para vivir con dignidad, mientras los intocables se enriquecen más y más a costa de nuestras miserias. Pisotean los derechos fundamentales que nos son inherentes como persoGerardo Díaz Ferrán: nas y ciudadanos españoles, y ya el clamor del pueblo soberano se oye en las calles entre lápices y libros, batas blancas ó togas negras, lágrimas de desahuciados de su hogar o del trabajo, discapacitados abandonados a su mala suerte entre camillas y sillas de ruedas y extranjeros menos considerados que perros vagabundos. Ante el engaño y la injusticia solo nos queda la voz de nuestras protestas, por eso no puedo pensar que los intocables hayan comprado el silencio del cuarto poder con el dinero que roban a la educación, sanidad, servicios sociales y bienestar de los ciudadanos. No quiero creer las afirmaciones del “New York Times”, porque si la prensa vende su libertad de expresión y opinión por dinero de sangre e injusticia, de qué ha valido la lucha del pueblo españoles para, al menos, creerse libre de elegir su destino.