Los feriantes: Una suerte de comercio que es quintaesencia de la fiesta y de la diversión

El jueves, por estar en medio, parecía jornada de transición. No tanto por ser ecuador que abre puertas a lo que se intuye que será un fin de semana a tope con el día grande, San Lucas, en sábado y el segundo Día del Niño, en domingo, sino porque el sol otoñal del mediodía picaba con tanta fuerza que un ejército de hormigas aludas y de aguerridas tijeretas vieron el cielo abierto para darse el piro y tocaron zafarrancho en techos y paredes de las casetas. Allí ensayaron sin éxito el salto del ángel.

17 oct 2014 / 08:46 H.

Unas caían sobre la permanente de las señoras, otras sobre las flores de feria y muchas de ellas perecieron despachurradas bajo los zapatos de unos transeúntes totalmente ajenos a tanta fauna diminuta.

El día empezó sin prisas. A la una la mayoría de los puestos estaban cerrados y las casetas, también. Los feriantes comenzaron a abrir sus puestos en torno a las dos de la tarde, que era justo cuando la gente empezó a fluir por todos los accesos del ferial. Pero los hubo madrugadores. El puesto de juguetes infantiles fue el más tempranero, pese a la ausencia de clientes, ya que los niños tenían escuela por la mañana. También uno de los puestos de vino dulce, esos en que dos mañicos autómatas pisan y repisan una hipotética uva,  se topó con varios clientes nada más abrir que se hincaron entre pecho y espalda una copa de ese dulce néctar que, pese a estar fresco, calienta y anima. Paulatinamente, a medida que se veía movimiento de personas, fueron abriendo los demás puestos de los feriantes: Un puesto de patatas fritas, otro de kebab, uno de castañas asadas, una hamburguesería, una caseta de cócteles y combinados, en el que se anunciaba el “mojito” a 3 euros. Todos ellos situados estratégicamente. Un carro de patatas asadas a la entrada y otro de turrón a la salida, que como es lugar de vaivén, ambos son vecinos.

Y, a medida que avanzaba la tarde, la tómbola tomaba protagonismo, una suerte de rifa que con el paso de los años ha modernizado sus formas, pero su esencia sigue siendo la misma.