Los caprichos de la razón
Uno sale de la enfermedad como si saliera de un estanque de aguas cristalinas, renovado, pensando en el verdadero valor de la vida, mientras el agua enjuaga nuestro cuerpo y arrastra con ella las últimas gotas del sudor de la fiebre o las lágrimas del desconsuelo.
Si uno sale de la enfermedad sordo y debilitado, como le pasó a Francisco de Goya, uno se revuelve contra el arte de la razón y empieza a hacer por fin lo que quiere, deja que vuelen líbremente de su mente los monstruos que han estado viviendo en ella mucho tiempo, a su capricho. En 1799, Goya, después de haber estado a punto de morir, sordo y ajado, comienza a dibujar lo que serían sus famosos Caprichos, dejándonos la muestra más visceral que ha brotado nunca de un artista y uno de los ejemplos más reales y al mismo tiempo más fantasiosos que ha dado la pintura universal. A través de ochenta grabados, Goya espanta sus propios miedos, denuesta los vicios ajenos, ridiculiza, siniestra lo convencional, se atreve contra las costumbres de la sociedad de su época, contra ese mar oscuro dominado todavía por el peso de la Iglesia en el que todo parecía naufragar por culpa de la prostitución, los matrimonios de conveniencia, la brujería o la superstición, un mundo delirante que ejerce una fascinación extraordinaria en el espectador que se acerca a mirarlo con ojos nuevos. El arte, como la enfermedad, para apreciarlo de verdad, es necesario sentirlo muy cercano. Sentir el espíritu de Goya a nuestro lado, tan cerca, en el pueblo de uno, en Torreperogil, convierte la experiencia del arte en una cosa única. Desde el pasado día 5 de septiembre y hasta el próximo domingo, día 29, la Casa de la Música de Torreperogil, acoge la exposición de los Caprichos de Goya, una muestra portentosa de la genialidad del más grande de los pintores que ha dado la historia. Esta exposición es posible gracias a la estrecha colaboración entre la fundación “Goya Fuendetodos”, el Ayuntamiento de Torreperogil y el Taller del Prado de Madrid. Es una maravilla y no puede pasar desapercibida entre tanta noticia montaraz y mareante. Se trata de una ocasión única para disfrutar con la cultura en mayúsculas, para observar el ilimitado universo del arte a un metro de nuestros ojos, en nuestro pueblo, en nuestro corazón recién sanado. Tan cerca.