Los buenos artesanos perdidos

Las máquinas se inventaron para que fueran una gran ayuda para el hombre. Pasados los años, las máquinas se están comiendo la presencia humana en el trabajo. El progreso está haciendo la producción más fácil, más voluminosa, pero se nota el toque personal del artesano. Ahora se produce a gran escala y todo es igual y se ha ido eliminando poco a poco la presencia de los oficios artesanos. Ya no existen los caldereros, los paragüeros, los zapateros, los sastres y todos esos trabajadores que arreglaban las averías y los desperfectos o te las hacían a tu gusto y a la medida. Hoy todo es en serie, aunque existen contados reductos de esos antiguos profesionales. Hablo de este tema porque ya se empieza a hablar de la Semana Santa en la que excelentes artistas artesanos jiennenses tenían un protagonismo especial porque su trabajo estaba relacionado con la Cuaresma, con los desfiles procesionales y todo lo que ellos conllevan en su entorno. Me acuerdo de Julián Urea, un artista del hierro forjado y de Vicente Castillo, un tallista insuperable cuya obra se enseñoreaba en algunos de los tronos que portaban  las imágenes. Forjadores y tallistas siguen existiendo, aunque no con la prodigalidad de aquellos tiempos. Sin embargo, uno de los artesanos que más trabajo tenía en estas fechas era Antonio Miguel Fernández Romero, un maestro en la talla de peinetas para las mantillas. Todavía son numerosas las damas que lucen las peinas talladas por Miguel. El era practicante de los antiguos, esos que ahora se llaman “Ats”, pero su vocación era derramar su ingenio esculpiendo filigranas sobre la concha y el celuloide. Tuvo una gran aprendiz en el que fue mi fraternal amigo Vicente Redecillas, que también llegó a ser un gran maestro en este singular arte. No era un negocio rentable, y el hombre tenía que aceptar arreglar gafas y otros objetos de concha para poder subsistir. Incluso me pidió colaboración para fabricar unas plaquitas de plástico con marcas comerciales de las que yo le hacía los dibujos. Fue un hombre culto, formal, que dialogaba siempre sin levantar la voz, ni cuando se me quejaba amargamente de la cantidad de impuestos que tenía que pagar un negocio tan modesto y cultural como era el suyo. Hoy, como casi todo lo demás, las peinetas las hacen las máquinas.

 

Chascarrillo

La historia interminable
La Junta de Andalucía también practica los recortes. Pues podía haberlos aplicado con los implicados en los “ERE” que cada día salen más presuntos culpables.

    07 mar 2014 / 17:30 H.