Los anticuarios sacan provecho de los estragos de la crisis económica
La crisis siempre genera espanto y nerviosismo cuando se le pregunta a cualquier establecimiento. La situación económica ha provocado un recelo en la población para emprender y para abrir tiendas que posibiliten una salida al desempleo. La mayoría de sectores se ha visto profundamente afectada por lo que ha conllevado este proceso de inestabilidad, en el que la inversión es un privilegio reservado casi exclusivamente a los que tenían una “red” de seguridad a sus espaldas. Sin embargo existe un pequeño reducto al que, en cierta manera, “le vino bien”: el de los anticuarios.
Las tiendas de antigüedades, aunque no se ha experimentado una subida desmesurada en sus ingresos, sí que han palpado mayor interés de la clientela en acudir a ellas, sobre todo para intentar vender ciertos objetos que pueden entrañar valor monetario y “aliviar” el déficit del bolsillo. Es el propio consumidor el que se persona en el establecimiento para exponer su “inventario” y conseguir un dinero extra por algo que encontró en el trastero o en el domicilio de sus ascendientes.
Las tiendas de antigüedades, aunque no se ha experimentado una subida desmesurada en sus ingresos, sí que han palpado mayor interés de la clientela en acudir a ellas, sobre todo para intentar vender ciertos objetos que pueden entrañar valor monetario y “aliviar” el déficit del bolsillo. Es el propio consumidor el que se persona en el establecimiento para exponer su “inventario” y conseguir un dinero extra por algo que encontró en el trastero o en el domicilio de sus ascendientes.

No obstante, no todo lo que llega al mostrador del propietario es digno de compra, ya que estos solo adquieren artículos que verdaderamente puedan ser tasados como “antigüedad”, aquellos en los que la pieza sobrepasa el centenar de años. El resto, salvo que se trate de películas de ocho milímetro, piezas tecnológicas o publicaciones en la prensa y revistas, por ejemplo, carece de valor mayor. Las altas expectativas creadas por el cliente ante la falsa creencia de que posee una “reliquia” que le proporcionará una cantidad de dinero puede desembocar en el rechazo por desprenderse de ella y desestimar su abandono.
En el caso de que el gerente se haga con la pieza, existen varios escenarios. Algunos establecimientos optan por la restauración para optimizar los beneficios que puedan sacarle y, de esta forma, aumentar su precio. Otros respetan la originalidad y la presentan en el escaparate tal y como les llegó, quizá para preservar “el alma” del artículo.
A pesar de que el sector de las antigüedades ha aumentado la presencia de clientes en sus tiendas, esto también entraña un cierto “riesgo” en el negocio, puesto que aumenta el inventario que posee, que no supone un ingreso si no se le dé salida. La habilidad del propietario para exponer un producto atractivo es clave para que, de un modo eficiente, “se saque provecho” de la crisis económica.
la tienda más longeva. Hace treinta y siete años que la tienda de antigüedades Noni abrió sus puertas en la capital. Ningún establecimiento del mismo sector acumula más años de servicio en Jaén, según su gerente, Antonio José Amaro, que la heredó de su padre cuando este se jubiló. “Todos los días viene gente para vender sus artículos, lo que ocurre es que no podemos adquirir todo lo que nos proponen. Actualmente tengo alrededor de dos mil o tres mil objetos”, admite Amaro. El problema, según esgrime el gerente, es que a los clientes les gusta todo menos el precio. “Lo que más preguntan son curiosidades, pero no se deciden a comprar porque es un mundo que caro, aunque esto varía según el tipo de consumidor”, continúa. Antonio José Amaro dice tener usuarios hasta en Marruecos, por lo que conoce el trato existente fuera de las fronteras jiennenses. “Aquí, el comprador quiere imponer el precio, y esto no funciona así. En otros países están más valoradas estas piezas. Los foráneos las aprecian mejor. Esto pasa solo en Jaén, porque en ciudades malagueñas o granadinas se trata de otra forma al responsable del anticuario. Lo que es seguro es que quien sabe valorarlo, no vende la pieza”, asevera Antonio José Amaro.