Los alumbrados
La época que le toco vivir a Santa Teresa fue compleja, en esa sociedad donde las enfermedades eran con frecuencia epidemias, la medicina no tenía medios científicos para atajarlas, monasterios cuyas monjas estaban afectadas de malaria, cuyo tratamiento eficaz no fue posible hasta que la condesa de Chinchón utilizase los polvos de la corteza del árbol de la quina, que le había traído de las Indias su confesor.
La sífilis hacía estragos, en Roma cuenta Benvenuto Cellini, como un curandero trataba los pacientes con sales de mercurio, mitigando una temporada la enfermedad pero con consecuencias nefastas a la larga. Curanderos, brujas, echadores de cartas y toda clase de supercherías y supersticiones eran frecuentes en la sociedad. Los alumbrados eran personas, tanto mujeres como hombres, que según ellos afirmaban, habían tenido tratos con el demonio y aprovechándose de la incredulidad de la gente les convencían para que tuvieran acceso carnal para crear “profetas”. Pero además cundieron otros que queriendo imitar la vida eremita se consideraban dotados de santidad y llegaron a engañar a autoridades relevantes, la famosa monja de Córdoba, Magdalena de la Cruz cuya superchería no fue descubierta hasta que quedó embarazada, confesando que había sido poseída por el demonio muy joven. Algunas de estas imitadoras de santidad procedían incluso de un entorno social elevado, como es el caso de la “frailesa” que intentaba fundar cerca de la Roda, en un lugar regado por el Júcar, un convento para monjas eremitas, era íntima amiga de la viuda del Príncipe de Éboli y acudía a entrevistas en Madrid y Pastrana con frecuencia, tuvo la osadía de presentarse en Toledo, a modo de procesión bendiciendo a su paso a las gentes, que incluso se arrodillaban a su paso, llevando consigo un arcón que portaban unas damas donde se podían depositar toda clase de objetos valiosos, joyas o dinero. La Inquisición persiguió estos hechos, más frecuentes que las herejías, apareciendo focos de “alumbrados o dejados” tanto en Toledo y Córdoba como hemos indicado, así como los focos de Jaén y Llerena, este último muy importante.