LOLI CHICA PEINADO: “Los ancianos a los que cuido son como mi familia”
Olivia Aranda
Loli es de Jamilena pero en Jaén tiene a su segunda familia, la de la Residencia La Inmaculada. Allí es donde Loli se entrega a su trabajo, se desvive por los ancianos a los que cuida y ellos se lo devuelven en forma de cariño.

Loli es de Jamilena pero en Jaén tiene a su segunda familia, la de la Residencia La Inmaculada. Allí es donde Loli se entrega a su trabajo, se desvive por los ancianos a los que cuida y ellos se lo devuelven en forma de cariño.
—¿Cuánto tiempo lleva trabajando en la residencia?
—Es el único trabajo que he tenido, siempre he estado aquí. Llevo unos 17 años, empecé con tan sólo 18.
—Entonces, supongo que en la residencia está muy bien.
—Yo estoy a gusto, empecé con unos jefes, luego he seguido con otros, pero siempre trabajando con ancianos. A mí me gustan los mayores, dan mucho trabajo porque son como los niños, aunque a los niños les puedes reñir pero a una persona mayor no… tienes hacia ellos mucho respeto. Me gusta mi trabajo. Al principio trabajé también con enfermos porque esto era residencia y clínica, ahora es sólo residencia y me gustan más los mayores que los enfermos. Aunque dan mucho trabajo, son muy agradecidos.
—¿Qué estudió?
—Yo hice auxiliar de enfermería, también hice muchísimos cursillos (de geriatría, alimentación y nutrición…) pero tuve la posibilidad de meterme aquí, lo hice y, como me va bien, pues no he hecho por cambiar.
—¿Tenía idea de trabajar con ancianos?
—No, yo cuando vine aquí con 18 años, era muy joven, mi primer trabajo… sabía a lo que venía pero a lo mejor trabajar en una residencia no me lo había planteado, yo pensaba en un hospital, en una clínica… y, al final, pues mira, estoy trabajando en una residencia y me gusta.
—¿Qué le aportan los mayores?
—Los ancianos tienen muchísimas inquietudes. Son como si fuera tu familia, una pequeña familia, porque aquí hay algo más de 50 plazas y los conoces a todos. Al personal también, somos una piña, se trabaja muy bien. Los jefes, lo mismo, porque tu jefe está aquí contigo, no es como si estuviera en otro sitio y no lo ves. Josefa, por ejemplo, es una mujer que está muy bien y le gusta coser. Pues si se te rompe el uniforme te dice “quítatelo que te voy a echar un pespuntillo que se te va a quedar nuevo” y cuando vienes tienes todo el uniforme arreglado… Luego hay algunos que necesitan más de ti, para mí son como si fueran una cosa mía. Si no comen me preocupo, si alguno se ha caído, también… el trabajo con ancianos tienes que sentirlo, porque si no, es difícil.
—¿Cómo es el día a día en la residencia?
—Por la mañana, cuando entramos, empiezan las duchas y los preparamos para el desayuno. A los asistidos se les baja más tarde, a algunos hay que darles de comer en la cama, hay otros que una vez que están duchados y arreglados los bajamos al comedor. Cuando terminan van al gimnasio y después van a la sala. A las once y media de la mañana hay misa, unos van a la capilla, otros se van a la calle o al patio, hasta la hora de comer. Esto es como si fuera un hotel. Al terminar de almorzar unos se van a reposar un poco, otros se quedan en el sillón, en el patio… a otros les gusta quedarse en la sala a media luz viendo la tele… Los trabajadores —como llevamos casi todos mucho tiempo aquí— ya conocemos los gustos de cada uno. Y a las tres de la tarde llega el siguiente turno.
—Vamos, que no paran.
—No paran, hacen una cosa detrás de otra. A Pedro, por ejemplo, le gusta mucho hacer cálculo, entonces la trabajadora social le pone sus cuentas, a Agustina le gusta dibujar, pues le da sus cuadernos y sus colores y pinta ella sus cosas. La trabajadora social les enseña muchos trabajos manuales.
—¿Se intenta que estén siempre ocupados en algo?
—Hay algunos que tienen un poco la cabeza dura y no los puedes meter en vereda, pero se intenta que estén activos haciendo lo que les guste. La trabajadora hace una buena labor en este sentido y nosotros también le echamos una mano en todo lo que podemos. Aquí lo pasamos muy bien, celebramos el Carnaval, todos los cumpleaños, la Navidad, todo como si estuviéramos en nuestra casa.
—¿Qué es lo más bonito de este trabajo?
—Lo más bonito es que cuando llegas por la mañana y te ven parece que eres alguien de su familia, están esperándote. El que no puede beber agua, si tú no se la das no bebe. Es que algunos dependen de ti. Yo estoy en la sala de asistidos y cuando veo que todos han comido bien, me siento satisfecha. Luego hay ratos malos, a lo mejor por una enfermedad, y lo pasas mal, te vas y te acuerdas, piensas en cómo habrá echado la tarde y la noche. Yo, cuando llego al día siguiente —entro a las siete y media— si me he dejado a alguno pachucho el día de antes, lo primero que hago es ir a ver cómo está, hasta que no abro la puerta y lo veo, no me quedo tranquila. O cuando ingresan a alguno y vuelve del hospital, lo intentas reponer, la cocinera se preocupa de su alimentación y cuando pasan tres o cuatro días y ves que se espabila un poco te satisface, te llena. A algunos les haces cualquier cosa, una simple ducha, les das su “cremica”, los vistes y, por el simple hecho de haberles ayudado, te piden que les des un beso. Lo agradecen mucho, son muy agradecidos.
—¿Se podría decir que la residencia es como un hogar?
—Pues sí, es como si tuvieras una persona mayor en tu casa, cuidándola. Además se respetan sus costumbres como si estuvieran en su hogar. Y aquí, por la situación de la residencia, que está muy céntrica, reciben muchas visitas, a diario, entonces solos no están. Además, en los horarios de visita, somos muy flexibles.
—¿Cómo le gustaría que le cuidasen cuando sea mayor?
—A mí como están estos, como los cuidamos nosotros a ellos.
—¿Cómo le gustaría llegar a mayor?
—Tenemos una residente, Alfonsa, que hace poco cumplió 102 años y está estupendamente, a mí me gustaría llegar a esa edad como ella. Pero ya de otras formas en las que no tienes tanta calidad de vida, aunque haya gente que te ayude, a mí a lo mejor no me gustaría. La cabeza es fundamental, casi más importante que la movilidad física.
—¿Tiene hijos?
—Estoy casada y tengo un hijo de cinco años.
—¿Prefiere el cuidado de los mayores o el de los niños?
—A mí me gustan los mayores más que los niños porque creo que nos necesitan más, porque con un niño cualquiera es bueno para hacerle algo, cualquiera lo coge en brazos, le cambia un pañal… pero con un anciano ya la cosa cambia.
—-¿Cómo se vive la muerte de un residente?
—Lo pasas mal, porque cuando llevas mucho tiempo con ellos se pasa muy mal. Te acuerdas de ellos, igual que con un familiar, cuando la cosa está reciente pues te acuerdas mucho hasta que pasa un poco de tiempo.