Lo más parecido al salón de un hogar

Irene Bueno/Jaén
Pasadas las siete de la tarde, hasta los fieles que acuden a la eucaristía en la iglesia de Nuestra Señora de Belén y San Roque salivan con los efluvios que ascienden desde las cocinas del comedor y recorren todas las dependencias. En la fachada lateral de la Avenida de Madrid, decenas de personas hacen cola.

    17 nov 2011 / 11:56 H.

    Para muchas de las personas que, cada noche, acuden a tomar un plato caliente, las paredes del comedor de Belén y San Roque, sus mesas y sus sillas es lo más parecido a un hogar y los voluntarios que los atienden y los compañeros con los que conversan, lo más próximo a una familia. Y ese es el objetivo, según el párroco de este templo, Juan Herrera. En unos días, el número de comensales ha aumentado de las 90 a 100 personas habituales a 146, 150, 170 y pronto pueden ser 200 —cifra máxima que alcanzaron el año pasado en las vísperas de la campaña de la aceituna—. 
    Lucía Ortega es voluntaria del centro y una de las tres cocineras que prepara las comidas. En semanas alternativas ella es la responsable de diseñar los menús. Dos son sus limitaciones: una está impuesta por lo material: “Se cocina aquello de que dispongamos en la despensa”, señala, y otra por las creencias: “Tenemos un escrupuloso respeto por los usuarios musulmanes y, por ello, evitamos la carne de cerdo”.   
    Por lo demás, “es como en una casa”, indica, solo que con utensilios y cantidades para los comensales de casi una boda. Junto a Lucía, cada noche, entre quince y veinte personas van de un lado para otro y se afanan en que nada les falte a estos “invitados”. Hoy comerán fideos guisados, mañana habrá potaje. Además, han recibido pastelería donada por una familia que ha tenido una celebración y, al postre de fruta, le añadirán un dulce.
    Como no hay para todos, un voluntario ha elaborado un pudding exquisito  para “cuadrar” los menús. Los comensales reciben también una leche con Cola-Cao y se llevan una bolsa con galletas. Y lo más curioso, en esta despensa siempre hay algo que echarle a la olla. Juan Herrera explica que todo es posible “gracias a Dios y a la gente”. El proyecto del comedor nació en junio de 2009. Entonces era una iniciativa modesta. Se trataba de entregar un bocadillo para que el usuario lo tomara en estas dependencias y, así, facilitar, al menos unos minutos, un techo y un espacio para la convivencia. Cuando llegó el invierno se comenzó a pensar en los platos calientes y empezaron a hacer sopas. Poco a poco, el bajo que se dedicaba a catequesis tomó forma de comedor, con su cocina anexa, su despensa y hasta su cámara frigorífica. Muchos desvelos, aportaciones de Cáritas Parroquial, de familias del barrio y de la Fundación Banco de Alimentos. Las empresas, dentro de las dificultades, también se han sumado con leche, embutidos... Todo es bien recibido. Los comensales acceden por la Avenida de Madrid, pero por la Plaza de Virgen de la Paz, hacia el acceso al templo, se observa otro peculiar trasiego, el de fieles con bolsas opacas cargadas de arroz y legumbres para los que aguardan en el otro extremo. Es la ruta más directa de la solidaridad.