Llegó el verano
Un pensamiento me manda hacer Ana María y nunca, en tarde alguna, las llamas solares me pusieron en aprieto tal y parecido. ¿Además de los más de cuarenta a la sombra he de mezclar y recurrir a eso que antes se llamaba política? ¡Ni se te ocurra, buen hermano! Escuché una más que dulce voz tras el débil receptáculo de mi escaso intelecto.
Sería tu suicidio. ¡Romperías tu maravilloso exilio y sufrirías como los demás! ¿Dime la vuelta o fue ella quién delante de mí apareció? No lo sé. Tan solo que los más bellos ojos negros bajo un dosel imperial del más negro y perfecto pelo, si decir nada, con tan solo la fuerza que los dioses le concedieron en belleza me animó: ¡Anda y escribe algo que no sea lo que siempre esperamos de ti.! Y no me salí del exilio, en él continuo y me doy cuenta, mientras la sudor me envuelve, que estamos en este que me gusta llamar teatro y en el que apenas somos conscientes de ello. Vamos, deambulando, a veces contemplando, a veces sintiendo, unas gozando, otras penando y las más y peores simplemente vegetando, la vida. Y vemos como las noches mueren bajo la luz del día. ¿O son los días los que fenecen ante la belleza de la noche y su especial y único encanto, de su luna, del tapiz de sus estrellas, del olor de su azahar y de sus ruidos de intensa vida de amor? Pasan y pasan y al par se suceden las estaciones, ese tal vez especial invento en que, merced a que nuestro cuerpo sienta más o menos frío, artificialmente dividimos el no menos artificio de los años. Vivamos el verano. ¡Gracias Vero!
Escritor Félix Martínez