Lío en la suspensión de los toros en Úbeda
Lío en la suspensión de la corrida de toros de la Feria de San Miguel de la ciudad de Úbeda. A las siete menos cuarto se firmó el acta que anulaba el festejo después de una agria polémica en el patio de cuadrillas e, incluso, discusiones apretadas y acaloradas entre los profesionales. El presidente, Felipe Torres, fue clarísimo en su escrito y dejó plasmado en el documento oficial que la corrida de toros se frustraba contra su voluntad. Mientras, el público que había en los tendidos se encendía contra los toreros, la empresa y la autoridad por anular el festejo. Veía que el ruedo estaba en perfecto estado y que sobre las gradas solo caían algunas gotas, que se alternaban con claros.
El empresario Juan Collado lo tuvo claro desde el principio. Su idea era la de suspender. “No tiene sentido que una corrida que se hace para recaudar dinero para la lucha contra el cáncer se dé en unas condiciones meteorológicas tan malas, porque resta público en los tendidos. Además, ¿qué pasa si empieza a llover en mitad del espectáculo y hay que suspender en el segundo toro? La gente no tendría, entonces, derecho a la devolución”, decía en el patio de cuadrillas. El presidente, Felipe Torres, a las seis menos cuarto entendía la opción de no celebrarla y la contemplaba con seriedad porque caía un chaparrón. En cambio, cinco minutos antes de que llegaran los toreros miraba al cielo y veía que no llovía. Luego consultaba las predicciones meteorológicas y se convencía de que, si se presentaba agua, sería muy poca. Por eso defendió, “en favor de la afición de Úbeda”, tirar hacia adelante con el espectáculo. Él sí quería sacar el pañuelo blanco para que empezara la corrida. Por eso, la última palabra era de los matadores.
Llegaron los diestros y se les consultó. Javier Castaño, en un primer momento, dudaba y luego apostó por no torear. Rubén Pinar se sumó a su opción, mientras que David Valiente y Juan Luis Pizarro no decían nada. Cuando se les interrogó para que dieran su voto, también se opusieron. Alberto Lamelas, en principio, se sumó al no, pero luego se molestó tremendamente y le dijo al empresario que el motivo de no dar la corrida era que había “tormenta en la taquilla”. Entretanto, José Carlos Venegas se veía casi solo en el sí. Incluso se ofreció a matar los seis astados gratis. Los toreros —todos en el escalafón de los modestos— tuvieron más miedo a contradecir a la empresa que a lidiar la corrida con lluvia. Y, al final, se suspendió.
Los aficionados que acudieron —no había demasiados— se molestaron y mostraron su disconformidad con abucheos y lanzamiento de almohadillas. Frustrar un festejo con el ruedo en buen estado y cuando casi no llueve es difícil de asimilar, pero no les quedó otra que hacer cola en la taquilla para recuperar su dinero.