Leocadio Marín Rodríguez: “Ser alcalde de mi ciudad fue la etapa más difícil”
Ha sido y es uno de los políticos con más trayectoria de esta provincia. Después de 36 años en primera línea de “batalla”, se retira contento y satisfecho de la labor que ha desempeñado

—Dice adiós a una vida de actividad política de más de 36 años que le ha llevado por las administraciones central, autonómica y local. ¿Se ha ido contento?
—Sí. Cuando miro hacia atrás y pienso si tuviera que vivir otra vez, volvería a comportarme como lo hice. Para mí, la política no ha sido solo una forma de realización personal, sino también la manera de ayudar a gente humilde.
—Acabarla como alcalde de la ciudad que le vio nacer, ¿toda una satisfacción para usted?
—Ha sido un broche que ya creí que nunca se iba a producir. Para cualquier ciudadano que le guste la política, el cargo más representativo y que todo el mundo desea es ser alcalde de tu ciudad. Ha sido una etapa muy importante para mí.
—¿También la más difícil?
—Sí, la más dura por las circunstancias del momento. Me tocó ser alcalde cuando se desató la gran crisis económica de este país. Me encuentro con una ciudad que ha sido mal gestionada y con una deuda importante. Superar todos esos problemas ha sido complicado, pero al final me siento contento.
—Al principio, ¿cómo fueron sus acercamientos a la actividad política con Tierno Galván?
—Mi padre fue el gran inspirador de mi vocación política, con su propio sufrimiento. Él fue uno de los derrotados de la Guerra Civil, al que se le deniega todas las oportunidades y vive pensando en que alguna vez se va a recuperar la democracia, y yo aprendo de él los valores básicos de la igualdad, la libertad y la solidaridad. De ahí viene mi vocación, posteriormente mis estudios y mis contactos lo único que hicieron es reafirmarme.
—Dirigir la Diputación Provincial fue su primer “gran” cargo. ¿Qué recuerda de aquella etapa?
—La labor en la Diputación fue muy gratificante y muy importante, porque había muchos pueblos de la provincia que no tenían más calles asfaltadas que la carretera que cruzaba el pueblo. Más de treinta municipios no tenían agua potable, no existía alcantarillado o apenas había iluminación pública. Por eso, nuestra labor se notó enseguida. Hace escasamente treinta años que vivíamos esta situación de total abandono. Fue una etapa muy importante, por eso, y porque nos permitió dotar a la provincia de instrumentos económicos que no tenía. Muchas veces digo en broma que soy el único español vivo que ha creado una caja de ahorros, algo que no existía en aquel tiempo. Era la única provincia, junto con Ciudad Real, donde no había.
—Una de los cargos que guarda con más cariño fue el de presidente de la Cruz Roja Española.
—Efectivamente. Me fui de la Diputación sin querer, mi idea era repetir para poner en unas elecciones la experiencia de la Diputación, pero mi partido me reclamó en Sevilla, como delegado del Gobierno. Cuando llevaba tres años en este cargo, de pronto un problema del que yo no había sido parte, me llevó a ser presidente de esta institución, cargo con el que nunca había soñado y estaba alejado de mis inquietudes. Sin embargo, luego me enamoré de la Cruz Roja. Descubrí el mundo de la solidaridad. Todos hablamos mucho de ella, pero yo allí tuve la oportunidad de conocer a gente que lo da todo a cambio de nada.
—Más tarde, deja la Cruz Roja y se va a dirigir la Consejería de Agricultura y Pesca, uno de los cargos más importantes para la comunidad.
—Eso fue una decisión de Manuel Chaves. Cuando termino mi etapa en la Cruz Roja, vuelvo a Andalucía y participo activamente en la campaña electoral. En esos momentos surgió el problema de Juan Guerra y mi voluntad era haber dejado la política, pero me convencieron. Sobre todo, porque la política agraria andaluza tenía que dar un salto. Teníamos el reto de cómo implantarnos con ventaja competitiva en los mercados europeos. Ese salto fue el encargo que recibí del presidente.
—Abro un paréntesis. A día de hoy, y como presidente del Patrimonio Comunal Olivarero que fue, ¿a qué retos se enfrenta el sector olivarero?
—Seguimos teniendo los mismos problemas. Jaén es una tierra que produce el 25% del aceite del mundo y, sin embargo, no es quien define ni las políticas comerciales del aceite, ni es quien más influye en su distribución. Nos siguen faltando instrumentos para vender. Hemos mejorado en la producción y en la calidad, pero seguimos siendo un desastre en la comercialización, y aquí es el sector privado el que tiene la última palabra.
—Cuando ya pensaba que nunca más iba a volver, recibe la llamada de Gaspar Zarrías para que aceptara ser el candidato a la Alcaldía de Baeza en 2007.
—Efectivamente, y acepté. Recuperamos con mayoría absoluta la Alcaldía que habíamos perdido en 2003. Cuando llegué al Ayuntamiento descubrí que la realidad era más dura que lo que yo había podido imaginar. Ni un euro y diez millones de euros de deuda en los cajones. Al final, los grandes proyectos se los llevó la crisis, pero hemos hecho una labor de ordenación y saneamiento.
—Usted mismo lo ha dicho, con una enorme deuda, los grandes proyectos se quedaron en el tintero. ¿Qué le hubiese gustado hacer?
—Uno de ellos es el parque tecnológico común entre Úbeda y Baeza y que la Junta llegó a aprobar. Junto a eso, crear una conexión entre Úbeda, Baeza y Linares a través del tranvía que existió en La Loma. Esa comunicación fluida, junto con el parque empresarial y la explotación conjunta de nuestros recursos turísticos generaría un área de desarrollo importante.
—Precisamente, por “culpa” de las comunicaciones se enfrentó al Gobierno del Partido Popular.
—Uno de los problemas que más me ha dolido es el desprecio del Gobierno central hacia la ciudad de Baeza, no dándole una entrada cuando la A-32 pasa a solo dos kilómetros. Somos la única ciudad Patrimonio de la Humanidad de España que no tenemos acceso directo a una autovía, ni tiene cerca un aeropuerto ni el AVE. Estamos absolutamente abandonados por la Administración central.
—La Laguna vive una situación que parece no mejorar. Usted, que fue el creador, ¿cree que se conseguirá resolver la situación?
—Creo que el problema es solucionable. La Laguna es absolutamente imprescindible para la formación de generaciones de profesionales del turismo y de la gastronomía. Creo que el sector hostelero le debe mucho a La Laguna. Me parecería increíble que no fuésemos capaces de solucionarlo en los próximos meses.
—Ser alcalde de su pueblo le ha hecho vivir grandes satisfacciones. ¿De cuál se siente más orgulloso?
—Por supuesto, muchas en los ocho años. Por ejemplo, haber conseguido un colegio nuevo, un conservatorio, realizar un PGOU en un tiempo récord, el parque ferial o la estación de autobuses. Son muchos los logros de los que me siento orgulloso.
—¿El mejor y el peor momento que ha vivido de toda su carrera?
—El mejor momento, mi paso por la Diputación. Tenía muchas ganas de hacer cosas. Lo peor, he vivido muchos, pero quiero olvidarlos todos. No quiero que formen parte de mi memoria.
—¿Ha cambiado mucho la forma de hacer política desde que comenzó?
—Sí. A mí no me gusta la política en estos momentos. Aún todavía conservo grandes amigos de la oposición de mis años en la Diputación y en la Junta. Sin embargo, hoy día es la política del insulto y la descalificación. Esa deriva es culpable del desapego de los ciudadanos a la política.
—¿Se ha ido más tranquilo sabiendo que deja el Ayuntamiento en manos de un equipo de Gobierno que conoce a la perfección?
—Por supuesto. Me he ido tranquilo y muy satisfecho, aunque mi retirada ha sido gradual. Desde que tuve un problema de salud, he ido relegando responsabilidades. Ahora es el turno de Lola Marín, que es y será una gran alcaldesa, y de su equipo de Gobierno. Y no me alegro solo porque sea mi sobrina. Ella llevaba doce años en la política local, mucho antes que yo, y conoce a la perfección su funcionamiento.
—¿Le ha costado irse?
—No. Lo tenía totalmente asumido.