Lenguaje sexista
Ángel Plaza Chillón desde La Iruela. El lenguaje ha sido el espejo en el que se ha reflejado una sociedad históricamente machista, ha sido el instrumento que ha canalizado tópicos y prejuicios sobre la mujer. Este hecho, que parece incuestionable, ha abierto el debate en torno a si es necesario que se formen ciertos aspectos de nuestro sistema lingüístico que evidencia los cambios que ha experimentado la sociedad en torno a la igualdad entre hombre y mujeres, porque, al final y al cabo, el lenguaje es una construcción social, una construcción subjetiva e intencionada que puede evolucionar, y que de hecho evoluciona.
El debate, sin embargo, no es fácil y los cambios planteados dividen a los propios lingüistas, porque ¿Todos no somos tod@s. Cuenta la leyenda que, mientras Boabdil, el último rey nazarí de Granada, miraba el paraíso perdido: “No llores como mujer, lo que no has sabido defender como hombre”. Sin restarle épica a este conocido episodio de la historia o la leyenda de España, lo cierto es que esta famosísima sentencia (mil veces escuchada en las aulas españolas) revela cómo el lenguaje ha trasladado la tradición y la cultura a través de los siglos y, con ellas, todos los prejuicios y tópicos sobre la mujer. Y es que el lenguaje es la expresión del pensamiento, el modo en que los seres humanos representan y nombran el mundo y una de las formas más poderosas que tienen las personas para comunicarse y dejar testimonio de lo que son. Pero también es la forma en la que se habla y se escribe sobre lo masculino y lo femenino, la forma en la que se reproducen la imagen y las creencias que la sociedad tiene al respecto y el lugar que ocupan o deben ocupar hombres y mujeres en los distintos ámbitos de la vida. El lenguaje ha sido, de este modo, un importante instrumento de canalización de la cultura patriarcal durante siglos. “Mi educación, mi cultura y la visión de la sociedad tal como era, todo me convencía de que la mujeres pertenecían a una casta inferior”, aseguraba Simone de Beauvoir en Memorias de una joven formal. El lenguaje ha sido, por tanto, clave en el traslado y difusión de esa imagen sexista sobre la mujer. : sólo hay que consultar el refranero: “Mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin”, “La mujer, la pierna quebrada y en casa”, “Llantos no se han de creer, de viejo, niño y mujer”. Refranes a parte, más allá de lo que se describe con el lenguaje, está lo que refleja la propia lengua, creada, obviamente, por personas. Por tanto, el debate abierto en la actualidad pasa por analizar si los y las hablantes hacen un mal uso del lenguaje utilizando de manera consciente palabras y expresiones machistas, o si el propio lenguaje es un sistema sexista, construido a lo largo de los años por una sociedad machista, que ahora necesita de ciertas correcciones y cambios para que pueda adaptarse a una nueva sociedad que apuesta por la igualdad entre hombres y mujeres. Puede que ambos planteamientos sean ciertos. Una de las primeras reivindicaciones que realizaron las feministas hace medio siglo fue exigir que en los discursos hablados o escritos se incluyeran a ambos géneros (ciudadanos y ciudadanas, señoras y señores). En la actualidad, éste es uno de los puntos de fricción entre aquellas personas que defienden la inclusión de cambios reales como éste, que visibilicen a las mujeres, y la que consideran que en el español ya existe un uso genérico que incluye tanto al masculino como al femenino. La impresión, es que este tipo de usos y expresiones “están desapareciendo, aquellos que provenían de usos socialmente incorrectos, de abusos lingüísticos que reflejaban una mentalidad sexista que hoy no se corresponde con la de la sociedad en general”. La presencia activa de la mujer en los distintos ámbitos públicos está contribuyendo lógicamente a que el uso regule, por ejemplo, la extensión del femenino a todas las profesiones a las que la mujer se ha ido incorporando y a que haya disminuido sensiblemente el número de mujeres que dicen de sí mismas que son ingeniero, médico, etcétera. Algo que aún no sucede en portugués, a quien se le niega que use presidenta, en femenino, pues “dicen que en portugués presidente es quien preside, que no hay género en esa función. “Vaya que si la hay”.