Le sobran los motivos
No es una buena noticia que se haya abierto de nuevo al tráfico el centro de Sevilla; tampoco lo es que La Carrera de Jaén se llene otra vez de vehículos y de polución. Son dos hechos que responden a promesas electorales, congruentes, sin duda, con su ideología de los nuevos alcaldes de estas dos ciudades, ambos del PP.
Todo parece responder a una perversa fórmula de hacer política que trataría de buscar votos en un sector que confunde el negocio con el coche, la contaminación con la comodidad y el progreso con la regresión. Asistimos, pues, a un cambio político, aunque este cambio consista en encerrar los centros históricos de ambas ciudades en una urna insalubre de ruido, de dióxido de carbono y de partículas en suspensión; en una noche tóxica que roba el espacio a los peatones, la tranquilidad a los vecinos, y la salud y la calidad de vida a todos.
Respondiendo a una estimulante iniciativa de este diario, una serie de coloquios para reflexionar sobre nuestra provincia, Fernández de Moya mostró sus armas de alcalde. Exhibió buena mano para el ahorro y la demagogia, tendencia al sentido común y a la adulación a Arenas, su jerarca particular, y la monomanía de ponerse de puntillas para sacar la cabeza por encima de la del PSOE. Sin embargo, sus cualidades de buen contable se derrumbaron ante Onda Jaén, pues el dinero para subvencionar esta emisora parece no contar en caja, porque ¿quién no paga un riñón (ajeno) para asegurarse un canto-a-sí-mismo? Pero lo más alarmante es que su discurso sonó con la desolación de lo hueco en el momento en el que habló de convertir Jaén en “un referente en Andalucía y en España”, cuando el propio referente del alcalde, según mostró en el coloquio, está lejos de una visión global de la ciudad y se acerca mucho a la gestión de una empresa o, mejor, de un obsoleto Monte de Piedad.
Explicó Fernández de Moya que La Carrera se llenará de vehículos porque él lo prometió en campaña y ha habido “una petición de miles de jiennenses”. Otros miles le habrán pedido, y muchos más le seguirán pidiendo, lo contrario; pero el asunto no es ese, sino si el alcalde aspira a tratar la ciudad como un todo orgánico, de vida siempre amenazada por los intereses particulares, o a zurcir aquí y allá al hilo de las peticiones de algunos de sus votantes.
Hace décadas que en las ciudades de Europa que son ciudades (y no amalgamas de personas y cláxones, de incongruencias y especuladores) no se discute la idea de que sus centros históricos son paisajes culturales, hechos para caminarlos y respirarlos, porque en ellos reside la identidad, el genoma de la urbe. Fernández de Moya subordina lo esencial a lo parcial, y sobre él recae la responsabilidad de empeorar el casco histórico y el entorno de la Catedral. Pero tiene sobrados motivos: va a convertir Jaén en un referente para Andalucía y para España, quizá para la humanidad.
Salvador Compán es escritor