17 jun 2014 / 22:00 H.
Hoy una amiga me decía que ya no podía más, que la presión de las obligaciones familiares y del trabajo la tenían desbordada, que cada mañana le costaba más levantarse y afrontar la jornada. En su rostro veía reflejadas sus palabras: las profundas ojeras, la mirada triste, el gesto cansado. Mi compañera trabaja, tiene dos ancianos a su cargo, tres hijos y mil obligaciones. Sus palabras no me resultan ajenas, sé bien de lo que me habla, muchos días me he sentido igual. La imagen de la superwoman que puede con todo se está fragmentando en mil pedazos punzantes que nos están acuchillando el alma. A las mujeres cada vez se nos exige más en el trabajo, por esta crisis que nos está afectando a todos, y en el hogar, los hijos cada vez se van más tarde y los padres viven más. Eso sin contar con la necesidad que nos han creado de lucir un cuerpo en perfecto estado de revista, que está muy feo eso de abandonarse y darse al chocolate o dejar de depilarse las piernas. Mientras escribo este artículo en lo que debería ser la hora de mi siesta, pues me levanto cada día a las seis y media de la mañana y me acuesto pasada la media noche, me pregunto si merece la pena el estado de permanente estrés en el que estamos inmersas. Queremos que nuestros hijos aprendan inglés, música, kárate o bailes regionales sin darnos cuenta de que, al tiempo que los presionamos a ellos, nos marcamos un ritmo de locura, nos convertimos en madres taxistas que van de aquí para allá como moscas atrapadas en una cristalera. Queremos crecer como profesionales, realizarnos como personas, desarrollar nuestras aficiones, colaborar en las Ampas de los colegios, confeccionar los disfraces para la fiesta de fin de curso, ir a yoga o pilates y mil cosas más. Y un día nos sorprendemos mirando páginas de hoteles de lujo en países exóticos a los que sabemos que no podremos ir, simplemente por el hecho de imaginar que estamos en un sitio distinto, sin prisas ni preocupaciones. No solo necesitamos descansar del trabajo remunerado, en realidad, necesitamos unas vacaciones de nuestra vida.