Las rebajas de otoño
Llegan las rebajas, las rebajas de otoño. Los precios siguen bajando, ahora sí. Y lo están empezando a decir tímidamente, eso significa deflación: Vivimos una lánguida depresión en la que se remueven los lodos en las alcantarillas, las ratas se revuelcan en el fango y los gusanos festejan felices lo que se pudre. Recuerdo mis días en la pérfida Albión con agrado, una experiencia que nadie debería perderse, releyendo las “Apuntaciones sueltas de Inglaterra” (finales del siglo XVIII), de Leandro Fernández de Moratín, en las que volvemos a comprobar el atraso que tenía España hace algo más de dos siglos, atraso que seguimos sufriendo sobre todo en lo que respecta a la tradición del liberalismo, con el que nuestra derecha a marchas forzadas trata de identificarse, y si no que le pregunten a nuestro flamante exministro Gallardón.
Se trata de una sociedad netamente estratificada sin clases medias donde las diferencias sociales son muy evidentes y donde se ponen en marcha “recursos” para pobres que aquí comenzaremos a inventar pronto. Recuerdo las “Charity shops”, que literalmente se traduce como “tiendas de caridad”, y que son muy populares en Inglaterra. ¿Qué quiere decir eso? Bueno, el protestantismo concibe la caridad de una manera muy distinta al catolicismo, más como donación particular que como obligación moral o social, pero en cualquier caso no se trata de solidaridad. El viejo valor de la izquierda, una vez más desfasado y arrasado por la terminología clásica del conservadurismo cristiano. Esas son las verdaderas rebajas que disfrutaremos en España, que ya estamos viviendo y que son el producto acabado de un sistema donde el hombre ha desaparecido. En ese mundo hacia el que vamos las horas de trabajo se plantean de otro modo porque lo que tenía ciertos visos de estabilidad se ha desmantelado hasta la ruina. Ni coberturas, ni servicios, ni derechos reales. Sí muchas chucherías electrónicas y consumismo, que endulzan pero que no dejan de mostrarnos un interior hueco, un sistema inane, ineficaz. Cada vez nos parecemos más a todo lo que no queremos.