Las orejas de Platero
El burro tiene bien ganada su reputación de animal mostrenco, pero es uno de los seres más hermosos de la creación y su nobleza es comparable a la del aire que se cuela por su hocico profundo. Los burros, que hasta hace poco iban y venían por las calles de nuestros pueblos con parsimoniosa indiferencia, hoy son una especie en extinción y es difícil que los más jóvenes hayan visto alguno en su vida.
En este 2014 que acabamos de comenzar se celebra el centenario de la publicación de uno de los libros más bellos que se hayan escrito en lengua castellana: Platero y yo. Gracias a él alguno de nosotros no sólo empezó a enamorarse de la literatura sino también de los burros y por extensión de la naturaleza y de la vida. Coincidiendo con todo esto, durante las últimas semanas he conocido la Fundación denominada “Biblioburro sin frontera” a través de la escritora Carmen de la Rosa, que vive en Heidelberg pero que tiene una fuerte vinculación con nuestra provincia por razones familiares. Carmen me ha explicado como nació la idea de llevar libros a las zonas más pobres y olvidadas de Colombia, las más agrestes y las más sufridas, a través del único medio de transporte que puede acceder a ellas con certidumbre y diligencia: el burro. Este proyecto de biblioteca ambulante nació en La Gloria, junto al río Magdalena, en el año 1997, a iniciativa del profesor Luis Humberto Soriano y en estos años se ha convertido en un extraordinario plan internacional de colaboración cultural. Así, de esta forma tan sencilla, los niños más pobres y más olvidados de América latina, que sufren la violencia en sus carnes cada día, tienen acceso al conocimiento y al disfrute que les proporcionan los libros. Así, de esta forma tan sencilla, se hace posible el milagro repetido de pasar una página y comprobar como un aluvión de emociones llega a nuestro corazón y a nuestra cabeza. Durante 2014 Platero vendrá de nuevo hacia nosotros con su trotecillo alegre que parece que se ríe y todos nos sentiremos vivos subidos a su grupa de algodón. Entonces habrá que recordar también a esos burros que en el otro lado del mundo llevan libros a las aldeas olvidadas para que los niños más pobres lean e imaginen un mundo mejor. Entonces habrá que recordar que la alegría y la pena son gemelas como las orejas de Platero. “Y yo creo oír, sí, sí, yo oigo en el Poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero.”
Luis Foronda es funcionario