Las nuevas vacaciones

Por suerte he podido disfrutar de unos días de descanso junto al mar. Más a causa de una baja médica que de unas vacaciones propiamente dichas.  Lo cierto es que ha sido durante los últimos días de julio y parte de agosto, es decir, en plena temporada alta, y en una zona de importante afluencia turística. El turismo que se da en ese  lugar es más nacional que extranjero, y de carácter sobre todo familiar.

    24 ago 2012 / 08:24 H.

    Los pocos días que he estado han sido suficientes para observar cambios importantes en los hábitos con respecto a otros años, aunque serán los datos oficiales que el sector y las autoridades competentes faciliten a final de temporada, los que indiquen los cambios de tendencia, si es que los hay. Así hemos podido constatar,  que en muy poco tiempo se ha producido un importante acomodo a la situación de crisis. Así por ejemplo, los días entre semana, las playas registraban una afluencia muchísimo menor que otros años, a pesar de las sucesivas olas de calor que nos han ido acompañando. Ello se debe, sin duda, a una menor movilidad y a la disminución de pernoctas de media duración, reservándose el personal más para los fines de semana. También los fines de semana, de más trasiego, ha habido menos turismos y más uso del transporte público. En las reuniones familiares, en la playa, ha sido mucho más frecuente la nevera portátil, algunas de tamaño descomunal.  A veces con un auténtico  despliegue de intendencia doméstica: mesas y sillas de camping, vajillas de loza, cuberterías de metal y vasos de cristal. El cubata en la tumbona, en vaso largo y con hielo…, pero todo traído de casa. Así, las colas en los supermercados eran enormes y el chiringuito, en este caso restaurante con terraza-chiringuito, ha permanecido vacío, ocupadas cuatro o cinco mesas de las más de treinta disponibles, y algunas personas, pocas, en la barra. Durante las ferias del pueblo, que coincidieron en esas fechas, tampoco los cacharritos para los niños, ni los puestos habituales en estas, mostraban la alegría que en años anteriores: mucho paseo, pero poco gasto. En esos días he leído “El viento de la luna”, un magnífico libro de nuestro paisano Antonio Muñoz molina, que sitúa la acción en los años de su pubertad, solapando su despertar al mundo y su ansia de conocimiento, en la sociedad rural de finales de los sesenta, cuando nuestra provincia, y nuestro país estaban a años luz del acontecimiento que se estaba produciendo con la llegada los americanos a la luna y de lo que ocurría en el resto del mundo. Durante estos días he tenido la percepción real del retroceso que sufrimos, y que se irá acentuando en los próximos meses, por desgracia, en asuntos más trascendentales que unas vacaciones.
    Francisco Zamora es empresario