Las Madres Trinitarias, una vida dedicada al oficio divino
El convento de la Limpia y Pura Concepción de las Madres Trinitarias es un trozo de Andújar que no cambia desde finales del siglo XVI, ya que su formación data de 1587. Está situado en los extramuros de la ciudad. Las primeras monjas trinitarias llegaron de Villena (Alicante) al encuentro del calor municipal y sobre todo, de la familia Valenzuela, que le cedió el terreno y dinero para levantar el complejo conventual.

Martín de Valenzuela, capitán mayor de la milicia y, caballero veinticuatro, fue el patrón y mecenas de la capilla mayor y así se ve, cómo en el exterior, se localiza el escudo de los Valenzuela y, un precioso relieve de San Martín que comparte la capa del caballero con un mendigo.
El convento es hoy un espacio para el culto, la oración y la reflexión. Su comunidad estuvo formada por Inmaculada Velasco, Encarnación Martos, Inmaculada de la Torre, Carmen García, sor Teresita Vega, sor Ángela María Salcines, sor Purificación Santiago, sor María Luisa Íscar, sor Manuela Serrano, sor Ana María Manaquil y sor María Tom, estas dos últimas procedentes de la India. Un espacio articulado en una capilla, unas antiguas celdas, un noviciado, refectorio, cuatro claustros, huerta, hospedería con dos habitaciones para retiro espiritual y celestial, cementerio -ya no se usa- y un salón de actos.
Sor Teresita Vega manifiesta que la vida es muy sencilla. Se levanta a las 6:15 horas; a las 7:00 horas comienza el oficio divino en la Capilla; de 7:30 a 8:30 horas pasan a la oración en comunidad y finaliza con una eucaristía o un himno a la Santísima Trinidad; a las 9:15 horas bajan a desayunar. Cuando terminan, cada monja se va a su oficio, que ahora viene a ser la preparación de la comida para los pobres ya que al día dan de comer a unas 30 personas a través de Cáritas o de otras asociaciones. A las 13:00 horas se juntan para almorzar bajo la lectura del Evangelio; tras la comida se retiran a descansar hasta las 15:30, descanso que se rompe con el rezo del Rosario. Es entonces cuando llega el tiempo para la lectura o pasar a los momentos de trabajo en sus quehaceres diarios, hasta las 19:00 horas. Entonces, es hora de volver a dedicar un momento a la oración. A las 20:30 se reúnen todas para cenar, y tras este tiempo de recreo en la sala a las 22:00, se terminan las horas canónicas. Cuando la jornada llega a su fin, completan su día religioso y se retiran a descansar.