Las comuniones ya no son lo que eran
Inmaculada Espinilla
Los tiempos cambian, tal vez, demasiado rápido. Al igual que se transforman los aspectos más nimios de la vida cotidiana, las tradiciones se adaptan a las nuevas generaciones. El mes de mayo es el mes de las flores y, también, la época en las que los niños católicos reciben, por primera vez, el Cuerpo de Cristo. Las comuniones ya no son lo que eran y han pasado de ser un acto que se vivía en el ámbito más íntimo de la familia a una fiesta social en la que no falta detalle.
Los tiempos cambian, tal vez, demasiado rápido. Al igual que se transforman los aspectos más nimios de la vida cotidiana, las tradiciones se adaptan a las nuevas generaciones. El mes de mayo es el mes de las flores y, también, la época en las que los niños católicos reciben, por primera vez, el Cuerpo de Cristo. Las comuniones ya no son lo que eran y han pasado de ser un acto que se vivía en el ámbito más íntimo de la familia a una fiesta social en la que no falta detalle.
Según los datos de la Conferencia Episcopal, el año pasado, en la Diócesis de Jaén, 5.893 niños recibieron su primera comunión. En Andalucía fueron 50.353 y, en España, 250.741.
Un estudio de Facua realizado entre sus socios en la provincia cifra en 3.500 euros de media lo que gasta una familia en celebrar el sacramento. El precio de los menús oscila entre los 35 y los 70 euros, aunque el coste medio ronda los 45. Hay que destinar una cantidad para el traje y complementos del protagonista. Existen vestidos para niñas que cuestan más de 1.000 euros. El importe medio en los chicos suele estar cerca de los 300, aunque a esto hay que añadir zapatos, guantes, calcetines, etcétera. Otro de los gastos es el reportaje, vídeo y el recuerdo que se entregará a los invitados.
Esto poco o nada tiene que ver con la celebraciones de antaño. En las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. En aquellos entonces, no había una gran “invitación” en un restaurante. La fiesta se limitaba, salvo en los casos de las familias con mayor poder adquisitivo, a invitar a los familiares más cercanos y a los dos o tres amigos del pequeño a un desayuno o merienda. Los trajes, por lo general, solían ser heredados de los hermanos mayores y los regalos eran recordatorios del día o unas monedas que se recogían en las casas de los vecinos a cambio de una estampa.
Y es que la primera comunión es un momento único en la vida de los creyentes y nadie olvida la suya.