Las brujas reivindican su trono
Por Nuria López Priego
Condenada al ostracismo por una Historia que escribieron los hombres sirviéndose de la religión como instrumento en el lavado de cerebros que llevaban a cabo en pos de su empoderamiento, el ser que, bíblicamente, nació de una costilla masculina y tentó, después, a su compañero con una manzana, sentenciando para la posteridad a su estirpe, ha desarrollado su existencia entre estigmas y prejuicios.
Condenada al ostracismo por una Historia que escribieron los hombres sirviéndose de la religión como instrumento en el lavado de cerebros que llevaban a cabo en pos de su empoderamiento, el ser que, bíblicamente, nació de una costilla masculina y tentó, después, a su compañero con una manzana, sentenciando para la posteridad a su estirpe, ha desarrollado su existencia entre estigmas y prejuicios.
Entre temores —la mayoría, sin fundamento— derivados de la imposibilidad de su “partenaire” de comprender la naturaleza voluptuosa y misteriosa de su sexo y su consiguiente insatisfacción, y también entre persecuciones, como la caza de brujas que se mantuvo durante siglos. Según los historiadores, el resultado de más de cuatrocientos años de hostigamiento fueron entre 50.000 y 100.000 personas condenadas a morir en la hoguera por los tribunales de la Inquisición o por la Reforma. De ellas, el 80% fueron mujeres; el resto, hombres (pobres y vagabundos, nómadas, judíos y homosexuales). Pero, al margen de la cruda realidad, en la industria de la prestidigitación que es el cine, pasada ya la fiebre de los vampiros, ahora le ha llegado a las brujas el momento de reivindicar ese lastre aterrador con el que las estigmatizaron la Historia y la religión.
Faltan solo tres días para que se estrene en España la adaptación del musical de culto que es El mago de Oz (1939), pero la gran pantalla ya está saturada de brujas. Algunas de ellas son viejas, feas, de nariz retorcida y aliento pestilente, y otras, adolescentes lánguidas que luchan por salvar su alma y el futuro del mundo aferradas a un primer amor inocente y verdadero. Estas son las propuestas que ofrecen Hansel & Gretel: cazadores de brujas y Hermosas criaturas. Pero si, en esta última, la innegable fantasía de la trama está revestida de un velo de seriedad y dignidad, en la cinta que filma Tommy Wirkola no hay ningún elemento que se pueda salvar de la quema.
Hansel & Gretel: cazadores de brujas es una película que invita a salir pitando de la sala desde el momento en el que los hermanos que fueron abandonados en el bosque por un padre que era un paupérrimo leñador llegan a la casa de chocolate y se encuentran con la bruja. Ahí acaba todo el parecido de la película con el cuento de hadas escrito por los populares hermanos Grimm en el que está, supuestamente, inspirado.
En ese momento, toma propulsión un metraje, por momentos, “gore”, insípido, simplista y patético, en el que la violencia y los guantazos a diestro y siniestro poco tienen que envidiarle a cualquier película de acción que haya protagonizado Sylvester Stallone en su vida, excepto una trama exponencialmente más interesante que la que Wirkola propone. Hansel & Gretel: cazadores de brujas es un insulto audiovisual al mítico cuento alemán. Es una burla que desentona y chirría de tan lamentable que es su trama. Una bazofia soporífera indigna para el género de fantasía en el que se enmarca. Una “X” en la cartelera que hay que evitar para no contaminarse con su mediocridad.
Hansel & Gretel: Cazadores de brujas
EE UU - Año: 2013 - Director: Tommy Wirkola
Protagonistas: Jeremy Renner, Gemma Arterton, Famke Janssen