Lanzan un "SOS" de ayuda
Viven una situación “más que complicada”. Se ven “desesperados” por el estado en el que se encuentran. Por eso, no tienen reparos —señalan— en lanzar un “SOS” de ayuda pública. Es el relato de “agobio e impotencia” que sufren la alcaudetense María Fuensanta España Juárez y su pareja, Antonio López García que temen que el techo de su vivienda se “venga abajo” y literalmente se derrumbe.
La mujerexpresa, visiblemente emocionada, que cada mañana mira al cielo y reza porque no llueva. Y es que el agua se ha convertido para ella en uno de sus principales enemigos. “Mi casa está llena de grietas, tengo cubetas por todos lados. La fuerza de las últimas lluvias ha hecho que el techo de mi habitación se encuentre lleno de humedad”, lamenta la alcaudetense, que explica que la peor parte se la lleva la cocina y el baño. Este periódico lo pudo comprobar “in situ”. El techo del primer piso, con grietas y agujeros enormes, está en pésimo estado.
El tejado del baño más bien parece un patio interior. El cielo y la luz se cuela de entre las “enormes” rajas de la habitación, mientras la humedad se palpa en el ambiente de la vivienda. “Aquí se pasa frío. En cuanto hace una gota de viento, no sabes donde te vas a meter, porque el frío entra por todos lados. Y, en verano la casa es un horno”, explica la alcaudetense.
Si bien explica que lleva un año pidiendo apoyo a las instituciones competentes para que le ayuden a repararla (que dice, conocen su caso), lamenta —según su relato— que por su casa “nadie a pasado”. “Curiosamente, me llamaron el día que estaba dando a luz, para comprobar el estado en que se encuentra mi vivienda”, relata con rabia. Y es que, señala, que lo peor no es ella, ni su pareja, tema que le ocurra una desgracia a su hija, que tiene a penas dos meses. “Las condiciones no son las mejores para criar a mi hija. Esto es lo único que tengo. Solo pido que me ayuden”, expresa la joven. La pareja se encuentra en paro. Los únicos ingresos que reciben son una ayuda por discapacidad de Antonio López, padece problemas depresivos, de trescientos diez euros. “Solo hasta 2016, después lo mismo nos quedamos sin nada”, apostilla. Por eso, la opción de alquilar otro piso u otra casa es, pues, imposible desde el punto de vista monetario.
“No puedo planteármelo. Si un apartamento cuesta, como mínimo, trescientos euros al mes, ¿cómo vamos a comer mi hijo y yo con lo que me restaría?”, lamenta, mientras se señala al cuello y expresa: “Yo siempre he trabajado. Y como toda mujer me gustaba tener mis joyas. Ahora, ves, no me queda ni una, las he tenido que vender todas para poder comprar alimentos a mi hija, que es, ahora, lo que más me importa. Yo me quedo sin comer días enteros, pero no voy a permitir que mi hija pase hambre”, explica. “Gracias a la ayuda de Cáritas o Cruz Roja, muchas veces voy tirando, pero la ayuda resulta insuficiente”, dice. “El mes pasado me iban a cortar la luz, pude pagarlo gracias a un familiar. La historia se repetirá dentro de pocos días. ¿Qué hago? Con trescientos euros, tengo que elegir comer o pagar, y para colmo la vivienda que se me cae encima. Vivo una situación de angustia constante, porque no quiero ni pensar en el invierno”, concluye mientras lanza, junto con su pareja, un “SOS” de ayuda.