Lagunajanda brilla en Andújar
Enrique Alonso / Andújar
Cuando un torero pasea dos orejas y rabo y suena el Himno a La Morenita en la plaza de Andújar está claro que algo grande ha pasado. David Valiente consiguió cuajar una faena soberbia ante un magnífico toro de Lagunajanda, que ayer se ganó la vida en la plaza y hoy ya vive en la finca. Se llama Jaleado y, precisamente, así salió de la arena.

Cuando un torero pasea dos orejas y rabo y suena el Himno a La Morenita en la plaza de Andújar está claro que algo grande ha pasado. David Valiente consiguió cuajar una faena soberbia ante un magnífico toro de Lagunajanda, que ayer se ganó la vida en la plaza y hoy ya vive en la finca. Se llama Jaleado y, precisamente, así salió de la arena.
De hecho, esta ganadería puso tres “peritas en dulce” para que los toreros triunfaran. La que tenía más caramelo se la llevó Valiente. Recibió al astado a porta gayola con una larga cambiada. Luego, le dio un afarolado de rodillas y se lo ciñó a la cintura toreando a la verónica. Después, inició la faena de muleta con las dos rodillas en tierra desde los medios. Al principio, citó al toro desde lejos, por lo que el animal se lució. Al final, se hinchó de torearlo por ambos pitones. El toro aguantó todos los pases que le quiso dar. Fue bravo de verdad.
Otro toro de categoría fue para Oliva Soto, que demostró su buen concepto del toreo. Salió en tercer lugar y el diestro lo lanceó a la verónica con las manos bajas y con mucho temple. Destacó la revolera con la pierna hacia adelante. Comenzó el trasteo con la muleta con los pies juntos, lo que levantó los tendidos. Después, lo templó en redondo y le bajó la mano. Además, le ayudó cuando le hizo falta. Dio unos naturales muy largos y profundos. Al final, Oliva Soto apostó por la comunicación con el tendido. Dio molinetes, interpretó el abaniqueo y se fue de la cara con alardes muy toreros. Cortó un trofeo, que pudieron ser dos sin no hubiera sido por la espada.
Oliva Soto tuvo menos opciones con el segundo de su lote. El toro se rajó muy pronto, aunque el torero tiró de recursos para componer faena. Se metió entre los pitones, aguantó miradas y le tragó cuando hizo falta. Volvió a gustar, aunque la espada lo dejó sin la puerta grande.
Juan de Félix se llevó otro gran toro. Salió en quinto lugar. En el primero, el diestro estuvo demasiado desconfiado. Por otra parte, en el otro gran animal de Lagunajanda, el espada de Andújar cuajó faena con un estilo muy personal e inconfundible. Pinchó y mató de estocada. El palco le concedió una oreja. Sin embargo, el matador, al recibir el trofeo, hizo la tontería de lanzar la oreja en dirección al presidente, lo que se interpretó como una señal de desprecio. Quizás, entendió que era poco premio a su entrega. Le costó una bronca y pudo llegar a más si la autoridad se hubiera puesto seria. El gesto no tuvo sentido ya que hizo méritos para que sus paisanos lo ovacionaran por su labor con la espada y la muleta y, al final, abandonó la plaza entre pitos. Javier Conde se llevó el peor lote, aunque tampoco tuvo su tarde más inspirada. Puso voluntad con su segundo, que fue imposible. Con su primero, que tampoco era una joya, no se llegó a entender.