La voz y la palabra de la lucha por la dignidad
MANUEL MONTILLA MOLINA desde PORCUNA. La libertad ejecutada. Hablo de Garzón. El juez parece no haberse enterado en qué país vive: creyó que la Transición se había cerrado de manera definitiva. Garzón, con su proceder tan atípico, demostró durante años que la lentitud tradicional de la justicia española, que tanto escandaliza y hace sufrir a la población, tiene solución y depende sobre todo del factor humano más que de la anquilosada maquinaria judicial.
Su “protagonismo” posibilitó investigar casos de mucha importancia como el de los GAL, la lucha contra ETA que dejó de matar, el tráfico de drogas ilegales de las mafias, el asunto de la Gürtel que tanto implica a parte de la cúpula del Partido Popular hoy gobernante, los crímenes del franquismo (un tema tabú), Pinochet, los desaparecidos en Argentina. ¿Juez estrella? La sociedad española, en todo caso, necesita más jueces estrellas. Conviene recordar que Baltasar Garzón participó activa mente contra la tan ilegal guerra de Iraq, una catástrofe que provocó la muerte de muchas miles de personas, el exilio de muchas otras, la destrucción de un estado. ¿Cómo se le ocurrió censurar al nefasto trío de las Azores? Ingenuamente, o con la intención de provocar, no se dio cuenta de que se había pasado “muchos pueblos”. Denunciar en la calle, en la Puerta de Alcalá, que se trataba de una guerra ilegal, no autorizada por las Naciones Unidas, basada en falsedades que no se sostenían, no se le ha perdonado. En España, en donde tanto juez es partidista, públicamente deben aparentar que están más allá del bien y del mal. Se trata de un juez incómodo, judicialmente “no correcto”, que tiene tendencia a “pecar” de omnipotente. Afortunadamente, en gran parte del mundo, se le respeta y por otra parte no se entiende que sea juzgado. El caso Garzón desprestigia aún más a España que el escandaloso caso Gürtel. Su labor en la Corte Internacional de La Haya prestigia a nuestro país. Una vez ejecutado en España convendría que se concentrara en beneficio de la justicia universal, sin perder su valioso tiempo defendiéndose de acusaciones que dan vergüenza ajena y ponen los pelos de punta.