La vocación del Cascanueces

Tenía tres años cuando pidió a su madre que la apuntara a una academia de danza que había cerca de su casa. Acababa de ver Barbie en el cascanueces, la película que despertó su curiosidad por el ballet. Y, desde entonces, forma parte imprescindible de su vida.

23 oct 2014 / 09:32 H.

Ahora, mientras termina sus estudios en el Conservatorio de Sevilla, se prepara para las diferentes audiciones, la oportunidad para entrar en una compañía profesional, su meta. La próxima, la del American Ballet, la hará en noviembre. Sería, sin duda, un sueño cumplido. Eso sí, tiene los pies en el suelo o, en su caso, las puntas, y es consciente de lo difícil que es.

“En Jaén, en la academia estuve hasta los quince años. Allí, las clases eran, habitualmente, de danza española y clásica solo teníamos una hora a la semana, pero descubrí que era lo que quería”, recuerda Inés López Pérez. “Mientras, los veranos, desde los 12, aprovechaba para hacer cursos de clásica en Sevilla, donde tenía familia”, cuenta. Y a los 14, tomó la decisión: Quería entrar en el conservatorio para estudiar Danza. Fue también en la capital hispalense donde pasó las pruebas, tras la preparación con su profesora Raquel Parrilla.

Allí lleva ya dos cursos y aún le queda un año y medio más por delante para terminar. En este tiempo, ha tenido algún papel que otro como solista. En Jaén, por ejemplo, en el musical Vida, organizado por su colegio y que se estrenó el año pasado. “Lo haremos de nuevo el 10 de enero, en el Nuevo Teatro Infanta Leonor”, anuncia. Además, también ha actuado en escenarios como el Teatro Central y el Cajasol de Sevilla, así como en Morón de la Frontera.

Aunque tiene claro que quiere que este sea su futuro, es consciente de que la edad o una lesión la pueden alejar de la danza, por lo que también estudia Bachillerato. “No tengo ni idea de qué carrera haré, pero podría ser algo relacionado con el marketing y la publicidad”, comenta. Mientras, en la actualidad, dedica unas cinco horas diarias al Conservatorio y a practicar; va a clase por las tardes y aprovecha todos los huecos para estudiar. “Y también me queda tiempo para salir con mis amigas”, bromea.

La danza es su primera opción y no perderá oportunidad alguna para entrar en una compañía. Ya lo ha intentado una vez: “Me presenté a las pruebas del English National Ballet. Había una sola plaza y éramos más de setenta, con un gran nivel. Era muy difícil, pero la experiencia me encantó”. Ahora tiene una nueva oportunidad, dificilísima también, pero por su lado no quedará. De hecho, el American Ballet o el Mariinsky de San Petersburgo están en lo alto de sus aspiraciones y, entre sus referentes, la bailarina Sveelana Zhakarova, para ella, es “perfecta, la mejor bailarina del mundo”.