La verdad os hará sumisos

Estamos asistiendo a una reedición de la palabra verdad que consistiría en escribirla siempre con letras mayúsculas mientras se queman de golpe las falsedades,  los disimulos, los sueños, las mentiras. La verdad económica al desnudo y todos pasando frío, parece ser el lema de los nuevos gobernantes que dicen llamar al pan  pan y al vino, vino. Nada de brotes verdes ni de falsas esperanzas, nos dicen, porque, cuando meten su antorcha purificadora en el fondo de la realidad, solo alumbran campos yermos que abren sobre la desolación de repetidos desiertos.

    18 feb 2012 / 10:30 H.


    En espera de saber qué pasa con la verdad del caso Gürtel, con la de los presupuestos o con la de si se hincharon las cifras del déficit, hay una verdad oficial que recorre la Península y nos deslumbra con su crudeza: estamos al borde de la catástrofe. Esta afirmación puede apoyarse en tantos datos que ya no es necesario decir que el causante es Zapatero (aunque en Andalucía se sigue diciendo que es Griñán) sino esa hidra salida del peor de los sueños a la que llamamos crisis. Aunque quizá sea la herencia recibida, como si España fuera un paquete envenenado que recibe un extranjero que acaba de aterrizar en Barajas.    

    Una vez que el portador de la verdad se ha apropiado de la evidencia que transmite, ya se puede presentar como un redentor, como un buen padre que si anuncia el Apocalipsis y nos hace sufrir es porque nos ama y no tiene empacho en decirnos que su verdad no nos hará libres sino que nos someterá. Y nadie le negaría la capacidad de subordinarnos porque, al mirar de cerca todo este nuevo fervor por la sinceridad, lo que encontramos es que está hecho con la materia, turbia y gelatinosa, del miedo. Miedo a más desahucios y más paro; miedo a la recesión, a la expulsión del euro, a la bancarrota. Miedo a ser como Grecia, un país frívolo y culpable donde se queman edificios junto al Parlamento, donde la carestía se ha disparado y un sueldo de 450 euros es un deseo. Miedo como justificación de la injusticia, miedo como un chapapote para construir el incierto futuro.

    Como consecuencia del pánico paralizante que produce la nueva verdad, se puede hacer una reforma laboral contra los trabajadores o se hace posible recortar conquistas cívicas sin que haya una decidida contestación. Porque lo peor es que esta nueva verdad se nos presenta unida a las soluciones, una especie de dos por uno, como si no hubiera más alternativas que pregonar el miedo para cargar a los débiles con fardos de obediencia mientras se les señala un futuro de silencio.

    Así las cosas, les confieso que tomo toda clase de precauciones al salir a la calle, que piso con sigilo y procuro mimetizarme con las paredes, que espío cualquier signo de amenaza esperando el momento propicio para volver las esquinas, no vaya a ser que de pronto la verdad me sorprenda a traición y me deje fulminado en plena calle.      

    Salvador Compán es escritor