La verdad del tranvía

Dicen quienes están acostumbrados a gestionar tranvías en todo el mundo que lo que ocurre en Jaén es algo único. Los entendidos aseguran que la raíz del problema radica en el planteamiento inicial de la explotación del proyecto, es decir, que lo normal hubiera sido implicar a la empresa de autobuses urbanos de la capital en la iniciativa tranviaria para que en ningún momento hubiera existido la palabra “competencia” y el apellido “desleal”. Me explico.

    10 jun 2011 / 15:44 H.

    Lo habitual en el resto de ciudades de Europa es que la infraestructura en sí la promueve una administración pública (en el caso de Jaén corresponde a la Junta de Andalucía) y la explotación comercial no solo es privada, sino que, además, en ella toma parte de alguna forma la empresa que gestiona los autobuses urbanos cuando el trazado del tranvía entra en competencia directa con los autocares. De esta forma, nunca se habría producido la paralización judicial ni de la gratuidad ni mucho menos del tranvía en sí. Dicho esto hay que subrayar también que si los trenes no están en funcionamiento ahora mismo es porque el Ayuntamiento no ha hecho bien los deberes o, simplemente, no tiene intención de hacerlos bien. El caso es que en la Plaza de Santa María sabían perfectamente que el 31 de mayo la empresa que ha construido la infraestructura terminaba el contrato con Sevillana Endesa y era el Ayuntamiento, como explotador del sistema tranviario, el que tenía la competencia exclusiva para solicitar el suministro eléctrico. ¿Qué pasa? Que no se ha producido tal petición. Puede que el Ayuntamiento esté haciendo los trámites oportunos, pero lo cierto es que en Endesa tiemblan nada más de pensarlo, porque la deuda que mantiene la Administración local con la empresa es millonaria e irá en un doloroso incremento cuando el tranvía eche a andar. Por lo demás, no existe riesgo de deterioro de una infraestructura que, ciertamente, está parada, pero no por ello olvidada. Los técnicos siguen con las pruebas estáticas en la zona de cocheras y los futuros conductores luchan porque les den un título que solo está a falta de tres días de formación. Ellos son los verdaderos damnificados de una situación esperpéntica e inexplicable por muchas vueltas que se le dé. Ellos y los ciudadanos que creen en un transporte sostenible como modelo de futuro para una ciudad moderna.