La tradición de la pava se cumple en medio de una “batalla”
Alas cinco de la tarde poco a nada hacía presagiar lo que ocurriría apenas hora y media después. Vecinos de Mengíbar caminaban por la carretera secundaria que une el municipio con Cazalilla para asistir, como manda la tradición, a la fiesta de San Blas y al lanzamiento de la pava desde el campanario de la iglesia de Santa María Magdalena.

Llegaban tarde porque, este año, la procesión del patrón salió de la parroquia antes de lo previsto, según explicaban los lugareños.
La mezcla entre la amenaza de lluvia y la de las organizaciones ecologistas, que el día anterior habían alertado de su presencia, puede que fueran los detonantes de una decisión que los propios cazalilleros ya sospechaban por la mañana. Sin embargo, no le daban mucha credibilidad, y ni por un momento llegaron a pensar que su presencia podía desencadenar los acontecimientos que después sucedieron. La imagen recorrió las calles del núcleo urbano, de apenas 900 habitantes, envuelta en un ambiente gélido que se tornó cálido en el momento en que devotos se cruzaron con una pequeña concentración de miembros de Abyda Jaén, como lucían en su camiseta y de la “Coordinadora animalista Jaén”, según sus brazaletes. Desde la distancia, con metros de diferencia, cazalilleros, junto a vecinos de municipios de la comarca como Villanueva de la Reina, Mengíbar, Espeluy o Lahiguera —que suelen acudir, año tras año, a la celebración— intercambiaron desafíos con los manifestantes, que les retaron a “tirarse ellos” desde el campanario. Justo detrás, la Guardia Civil, vigilante a lo que pudiera ocurrir.
La procesión discurrió sin más incidentes hasta su llegada a la plaza del Ayuntamiento. Al compás del himno de España, San Blas entró en su templo, al cobijo del olor de las rosquillas que se vendían en la sacristía, junto a los estadales de la cofradía.
En la calle, mientras tanto, cientos de personas miraban al cielo esperando el momento grande de la fiesta, el lanzamiento de la pava. Fue a las seis y diez minutos de la tarde y su vuelo, que no fue tal porque cayó prácticamente “a plomo”, sin volar, desató la “batalla”. Tanto los miembros de las organizaciones ecologistas como los vecinos de Cazalilla coincidieron en dar la misma versión de lo acontecido. Según relatan ambos, varios jóvenes que luchan contra el maltrato animal estaban “camuflados” entre los cazalilleros durante el lanzamiento de la ave. En el momento en que sus plumas hicieron amago de rozar el suelo se lanzaron, según sus palabras, a cogerla para evitar que, después, se “las arrancaran”. Sus ansias por hacerse con el animal toparon con la de los lugareños, que no iban a permitir que nada ni nadie empañara una tradición que data de finales del siglo XIX. De esta manera, un joven se hizo con la pava y salió corriendo por una de las calles aledañas para que nadie se la quitara. Detrás de él, en cuestión de segundos, una legión de vecinos y ecologistas que, en un momento determinado, intentaron arrebatarle el animal. Los altercados dieron fruto a agresiones físicas, no solo entre ambos lados sino también a medios de comunicación que se vieron en medio de la disputa. La situación subió de tono, con insultos y mucha tensión, hasta que el joven que portaba la pava, según los vecinos, consiguió escapar y esconderla. “El animal está bien, a salvo. Son ellos los que han venido a provocarnos, nos tratan de criminales”, denunciaron algunos de los cazalilleros que se vieron envueltos en la trifulca.
Algunos intentaron mediar para calmar los ánimos. Lo hicieron junto con agentes de la Guardia Civil que, finalmente, pudieron dispersar a los integrantes de las organizaciones ecologistas. De hecho, los animalistas tuvieron que salir del municipio prácticamente escoltados, no sin avisar de que el asunto no se iba a quedar ahí porque a uno de ellos, por ejemplo, le rompieron la cámara de fotos.
De esta manera, terminó una tradición que desde 2004 es sancionada —la primera multa impuesta fue de 2.001 euros— y que, sin embargo, se celebra año tras año porque los vecinos del municipio tienen claro que, por encima de todo, el animal no sufre. Lo tienen tan meridianamente claro que lamentan que, ahora, la fiesta esté en boca de media España como consecuencia de unos altercados que nunca hubieran querido que se llegaran a producir. Disputas que deslucen, a su entender, los actos en honor a San Blas y que “empañen” el nombre de Cazalilla.