La tierra es para quien la trabaja

'La tierra es para quien la trabaja' es una frase que se me ha venido a la cabeza, así, de pronto, cosas de la mente, por una simple asociación de ideas. Y no ha resonado en mis neuronas mientras contemplaba nuestro mar de olivos, fruto del trabajo y la inteligencia humana,

    16 ago 2011 / 09:17 H.

    testimonio de una forma de vida, en uno de esos raros momentos contemplativos de ratón de ciudad que se detiene a mirar ese bello paisaje tan cercano, que tantas veces me ha conmovido e interpelado más allá de la simple visión estética; instantes que te sacan de la rutina y la diaria amargura o la inconsciencia. No, no ha sido en uno de esos momentos. Simplemente, releía a Miguel Hernández: Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos, / pregunta mi alma: ¿de quién, / de quién son  estos olivos? Y claro, a uno se le viene a la cabeza aquel Emiliano Zapata acuñando esta frase cuando pedía la restitución de la propiedad de las tierras a los campesinos. O esa misma frase pronunciada durante la II República Española cuando muchos confundieron el término República con otra palabra, no menos noble, como es la de Revolución. Y ese poema, sin pensarlo siquiera, lleva mi pensamiento hacia el aquí y el ahora, y me recuerda que todos somos hombres de nuestro tiempo y que estamos en el Jaén del siglo XXI. En este Jaén cuyo pilar económico fundamental sigue siendo la agricultura, por recursos generados y por empleo, y puede parecer que estemos ante un panorama desolador por el progresivo deterioro de las condiciones socioeconómicas —menos desolador de lo que muchos predican, y digo predican—. Pero miremos hacia atrás y hacia adelante: El pasado reciente nos recuerda los profundos cambios y mejoras de las últimas décadas. El futuro nos muestra que si hay algo que nos ha enseñado esta crisis es la importancia de la diversificación productiva en nuestro medio rural, no solo agrario, sino rural. La experiencia ha demostrado que vamos en el camino adecuado al incentivar el turismo, el ocio, la agricultura ecológica, la artesanía, la calidad, la recuperación de la gran cantidad de variedades autóctonas. Experiencias e iniciativas que se han extendido y generalizado en áreas que antes fueron marginales y deprimidas, y que hoy han ayudado a frenar el declive estructural en nuestros pueblos. Se han logrado consolidar las agrupaciones territoriales de municipios, las Comarcas y las Denominaciones de Origen para dar empuje a ese desarrollo. Pero corresponde también, aparte de a las administraciones —nacionales y comunitarias—, al agricultor la búsqueda de alternativas a la crisis de nuestro campo. Ya no vale lo de “agua, subvención y el subsahariano tirando del mantón” como escuché decir a un sarcástico campesino. Ahora toca ser revolucionarios, toca la imaginación. Las distribuidoras, las multinacionales están condenadas por la justicia, el agricultor sin iniciativa, apático, resignado, subvencionado, fatalista está condenado por la ciencia.
    Miguel Ángel Olivares es escritor