La subida del aceite ya se nota en los hogares españoles
La subida del precio del aceite de oliva que se plasma en las operaciones de venta en las cooperativas y almazaras jiennenses ya se nota en los hogares españoles. De hecho, el Índice de Precios de Consumo (IPC) que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE) revela que se trata de uno de los alimentos más inflacionistas —que más han elevado su precio— en el último año, ya que se compra casi un 11% más caro en España respecto al año anterior. Las legumbres y las hortalizas también han subido, pero solo la mitad de lo que lo ha hecho el aceite.

Por otro lado, el último IPC sitúa a Jaén como la provincia en la que más subieron los precios durante abril respecto al resto de Andalucía. Crecen el 1,3%, aunque todavía existe un cierto abaratamiento en relación al año pasado o, explicado de otra manera, aún valen algo menos los productos y los servicios que hace 12 meses. La ropa y el calzado se muestran como el género que más ha incrementado su cotización, al igual que los servicios de hoteleros y hosteleros, como los precios de los cafés y restaurantes. Precisamente, el auge de los precios en abril puede estar determinado por la propia Semana Santa, que ha generado un pico de consumo después de meses de atonía en el sector servicios. Además, también se ha de tener en cuenta que los establecimientos de ropa y calzado han recibido las prendas de la nueva temporada, por lo que prescinden de las rebajas y de las promociones. No obstante, esta subida de los precios, pese a que a los ciudadanos de a pie no les suena nada bien, da un poco de respiro al pulso económico que, salvo en los sectores que están sometidos a tributaciones, parecía encontrarse en una tendencia que apuntaba a la deflación. No es positivo que suban los precios de manera brusca, aunque una caída continuada genera pérdida de competitividad empresarial, ya que es sinónimo de reducción del valor de los productos y de los servicios porque no pueden vender de otra manera, lo que, a la larga, se suele plasmar en bajada de salarios y despidos, lo que son dos de las consecuencias de la pérdida de la competitividad.