La sombra de El Quijote

Benito Gómez desde Terrasa. La vida política del socialismo, al igual que El Quijote —delgada como una frase—, terminada de huir y refugiarse en los libros— programas, en un abultado corpus de declaraciones, en las tradicionales argumentaciones —nobles y de buena intención por cierto— pero de escaso valor de cambio y uso político actual.

    12 dic 2012 / 16:22 H.

    De manera clásica Marx señala en sus manuscritos (1844) comprender que ser libre es una etapa post revolucionaria, era la idea de superar la necesidad del orden, en sus escritos previos postulaba, “el sueño de que la abundancia económica podía eliminar la necesidad casi estructural de un cierto orden social”. En su época —pensaba— que, el orden represivo nace no solamente de una injusta distribución de la riqueza, sino más bien, de los contextos en los cuales no había suficiente para distribuir. A partir de esta premisa, algunos pensadores europeos lo señalan posteriormente como “el filósofo de la plenitud”, es decir, como aquel pensador que postula un contrato social que existe más allá de un orden producido por la escasez económica. Esa —parece ser— es una de las premisas de un planteamiento socialista. Curiosamente, el metafísico es aquel que piensa o deduce cierta mirada en la cual la condición formal es necesaria para un concepto de “la realidad”. Por enfoque, el metafísico sabe, que cuando se refiere a este fenómeno no está construyendo un ideal desconectado de la realidad, sino precisamente del movimiento indispensable para que esa realidad funcione. Don Quijote —a pesar de lo que tradicionalmente pensamos— no es el caballero exótico, sino algo así como un errante que se enfrenta en todas las esferas de la similitud. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, hojas impresas, historia transcrita. Estos dispositivos y registros sociales se construyen de textos oblicuos, por ende, es parte del género circunstancial, de un mundo que solo se parece a lo que deseamos o en el mejor de los casos, lo que imaginamos.