29 jun 2014 / 22:00 H.
Una palabra cariñosa, un enfrentamiento, una voz, un detalle, un saludo con el corazón, una actitud fría, una mirada triste. Todo esto se mezcla con demasiada frecuencia: aciertos, desaciertos; hacemos el bien y a continuación nos equivocamos, otras veces cometemos imprudencias en el trato que pueden dañar a los demás; muchas veces no podemos evitar los desaciertos, pero tenemos que procurar generalizar cada vez más las actitudes amables; se nos puede escapar una incongruencia pero debemos rectificar pronto y si es necesario pedir perdón, y hacia adelante buscando de nuevo el bien y la bondad. Llama la atención en el Padre nuestro que: Jesús dice que perdona nuestros pecados, pero siempre que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido; quiere decir que perdona si nosotros perdonamos. El papa Francisco continuamente nos habla de tener un trato amable con todos, de ser generosos, de ser comprensivos, de respetar, de buscar soluciones a los problemas graves de este mundo nuestro, de desterrar el egoísmo, de huir del odio y de la venganza, de ceder cuando las circunstancias lo requieran, de huir del despotismo, de no despreciar a nadie, de ofrecer nuestra mano generosa, de sufrir con los que sufren, de ayudar al enfermo, de preocuparnos de los jóvenes y de su educación y de sus valores, de dar formación humana y cristiana, de mostrar nuestra alegría a los demás, de ser solidario, de rezar por todos, de explicar a la gente el sentido del dolor y el sentido de la muerte, de hablar de Dios, de apreciar lo que los demás hacen, de buscar la paz, de hacer familia, de buscar la unión; de hacer de nuestra vida un sencillo camino hacia Dios.