La reforma de la reforma

Recuerdo con nostalgia, las clases del profesor de Derecho del Trabajo, el doctor Iznaola, sentado y mirando hacia los libros de la mesa, y con los brazos en alto, entonaba el canto de 'la reforma de la reforma' en alusión a la continua modificación de textos que la materia laboral planteaba a lo largo del curso.

    21 feb 2012 / 10:18 H.

    Desde décadas, la legislación laboral ha buscado cómo adaptarse a los tiempos, procurando conjugar la generación de empleo de calidad, y la productividad en las empresas. Con la excusa de la prima riesgo en el suelo de los trescientos, provocada más por la incertidumbre de los balances del sistema financiero, que por el techo del déficit público se nos dicta desde Europa una reforma laboral en unos tiempos difíciles. El dictado a modo de Real Decreto, provoca el desvanecimiento de derechos como arena fina entre dedos de manos endurecidas por el trabajo, en pro de un mayor endurecimiento de los balances escuálidos de las empresas. Se echan en falta medidas especiales de protección para aquellos colectivos con más dificultades de reincorporarse al mundo laboral, como mayores de cincuenta años, mucho más vulnerables ante las dificultades de adaptarse a las nuevas tendencias, una vez que la empresa los ha ocupado en su etapa de mayor productividad. Otro colectivo afectado es el de los jóvenes que pretenden su primera ocupación, a veces emigrando talento a otros países con mayor oportunidad laboral y menor protección social. Para frenar la exportación de este talento, tendremos que importar empresarios con una mayor mentalidad en I+D. Más que una época de cambios, vivimos en un cambio de época, en el que el único factor que permanece inalterable es el cambio. Resulta inútil apelar por la estabilidad cuando el entorno no lo es. Debemos concienciarnos más en luchar por la competitividad y la necesidad de crear trabajo de calidad, en pequeñas empresas productivas y bien interrelacionadas, con proyección internacional. Olvidémonos de grandes compañías industriales que generan empleo estable, e incluso de la inmunidad que los puestos de trabajo han venido representando en la administración pública impermeables a la tormenta perfecta. La tendencia es sustituir el empleo como variable estable, por el trabajo como variable económica. La realidad es que este trabajo lo generan las empresas y principalmente las pequeña y mediana empresa competitiva. Se deben atacar las barreras al empleador. Si se abarata la cotización a la contratación, se generaría suficiente trabajo como para aumentar la recaudación tributaria, afloraría economía sumergida y se reduciría el pago de prestaciones. En definitiva, la reforma laboral lo que requiere es más mentalidad empresarial, más I+D, menos burocracia, y más inversión en talento, como principal recurso de la empresa.
    Rafael Peralta es economista